jueves, 30 de abril de 2009

Avaricia, lujuria y muerte

por J.P.


Autor: R.M. del Valle-Inclán
Dirección: Ana Zamora (Ligazón), Alfredo Sanzol (La cabeza del bautista) y Salva Volta (La rosa de papel)
Producción: CDN

Teatro Valle-Inclán
Miércoles, 29 de Abril del 2009 (Ensayo general)



Ganas había ya de ver qué iba a salir de este proyecto: tres 'jóvenes' directores enfrentándose al Retablo de Valle. Textos breves que son obras maestras, releídas o revisitadas en 2009 por nombres que desde hace pocos meses han cogido plaza en el teatro madrileño de forma merecida.

Montar un gran texto en escena es como interpretar a Mozart en música: es todo tan claro y tan sencillo... que acaba siendo dificilísimo conseguir alcanzar esa claridad y sencillez. O debe de ser así, no sé...
En cualquier caso, en este montaje se contraponen tres maneras completamente diferentes de enfrentarse a Valle. Aunque heterogéneas entre sí, podemos compararlas según han sabido o no leer las obras que han puesto en escena. Y es ahí donde claramente destaca lo que destaca... y se hunde lo que no puede sino hundirse....


Ligazón -pieza con la que empieza el espectáculo- ha sido mal leída por Ana Zamora. O no ha entendido a Valle, o no ha sabido salirse de sus esquemas ('autos-renacentistas') anteriores para montar un texto que pide a voces algo muy diferente de lo que han hecho aquí. Buscar lo dulce, lo embaucador, los juegos simples de amor, etc. en una obra así es un pecado muy difícil de perdonar. Me temo que Zamora ha querido leer la obra desde su punto de vista y no se ha esforzado un mínimo por confrontarlo con otras posibilidades, o -más fácil aún- con lo que el propio texto muestra...

Leer en escena las acotaciones no es a priori un defecto. Pero si aparecen como excusa para librarse uno de la complejidad de traducir esas didascalias en estilo teatral, en apuesta escénica, en escenografía, en creación de personajes.... entonces es patético. La actriz que interpreta a la Mozuela (en escena en toda la pieza) hace justo lo contrario de lo que Valle escribió (es que esta mozuela tiene poco que ver con la Sibila Cassandra). El lenguaje popular cargado de sentido, acción contenida, pasado insinuado, etc. se pierde en largos diálogos completamente diluidos, sin ninguna avaricia, ninguna lujuria, y casi ninguna muerte. Sobran los ecos en las voces que aparecen en las escenas 'de amor'(?), sobra bondad y dulzura, sobran silencios perdidos en los diálogos. Sobra tanto...y falta tanto en esta puesta en escena que si fuera la única del montaje valdría la pena salir antes de que acabase...

Lo mejor que le puede pasar a Ligazón es que nada más terminar aparezcan cuatro tipos cantando a lo Tony Manero Mi limón, mi limonero... en un bar de la España sesentera.

Sí, es un poco shock que La cabeza del bautista empiece así, pero uno lo agradece tanto después del soponcio anterior, que piensa "todo lo que venga va a ser mejor". Y lo bueno es que así es.
Alfredo Sanzol realiza también una lectura personal de su texto, pero es consciente de lo que está montando, y su punto de vista consigue potenciar y hacer encajar perfectamente a los personajes de Valle en un contexto que en un principio podría parecer problemático.
Con muy buenos actores, con las escenas medidas, con la tensión bien cogida, consigue que su parte sea la mejor del espectáculo. Hay Valle, hay avaricia, lujuria y muerte, hay -además- música, alcohol, una escenografía esta vez más conseguida... Y una propuesta compacta, que conecta perfectamente el texto con el espectador. La única pega -que se solucionará probablemente tras el ensayo de ayer- es la transición final de la Pepona... tal vez un poco rápida, falta de patetismo... Pero ni eso es un reproche...

La última parte -La rosa de papel- seguro que será la que más discrepancias provoque. De entrada, plantea una puesta en escena basada en lo grotesco, en el expresionismo gestual casi salvaje, burlesco. Todos los actores cogen bien la intención del director, y desarrollan una escena que a algunos puede no gustar, pero que es defendible como lectura más que válida de la pieza. El problema es que hacia la mitad el ritmo baja, se pierden los contrastes, y se hace un poco larga. El final, con el movimiento de cama y la coda posterior con las posturas, se hace largo, demasiado extendido, perdiéndose un poco la intención, la agudeza y la fuerza del texto. Aún así, eso se podrá seguramente mejorar a lo largo de las funciones.

No digo más. Se estrena hoy, y es mejor dejar abierta la posibilidad de que las dos partes buenas del espectáculo sugieran muchas cosas nuevas a los que vayan a verlas...

martes, 21 de abril de 2009

'Con permiso'

por M.B.

 

Compañía: Larumbe Danza

 

Teatros del Canal (Sala B)

Martes, 21 de Abril del 2009

  

"Con permiso, voy a hacer el friki", es lo que hemos comentado a la salida. No es nada despectivo, porque me lo he pasado muy bien. He visto a unos chiquitos bailar acompañados de una luz tenue, y una música rara, y luego han empezado a hacer cosas raras, con el cuerpo, gestos con la cara (que no llegábamos a ver bien por la fila que teníamos), movimientos extraños, han bailado el principio de una canción vomitando, luego han dejado de vomitar para hacer cosas raras, y han tenido un "baile de máscaras", y después de todo esto y de correr hasta agotarse, una de ellas les ha puesto en fila hablando en italiano y ellos han empezado a mover la tripa hasta caer al suelo, al tiempo que la luz bajaba, reptar hacia atrás para esconderse tras la gasa negra circular que delimitaba el escenario. Entonces es cuando la chica que hablaba en italiano ha bailado un solo aburrido, que me ha cortado las ganas de aplaudir, sobre todo porque sabíamos que con eso acababa, pues habíamos leído la duración de la obra, y no podía haber nada más allá. Pero luego ha dicho j.p. que acaba como empieza, es decir, que eso cierra la obra, es la misma bailarina que hace un solo al principio, lo vuelva a hacer al final… A mí me ha dejado muy frío ese final. No he aplaudido con las mismas ganas.

 

Ese aspecto grotesco y exagerado me recordaba, claro, como ellos dicen en el papelo, a Fellini, pero en teatro a Pippo del Bono, al único espectáculo que vi de él, (que en ese momento también me recordó a Fellini), con la salvedad que los actores de Pippo del Bono eran frikis reales, no se lo hacían.

 

Pero bueno, he pasado un rato divertido, a pesar de que sigo pensando que no entiendo la danza. Y había riesgo, algo. Riesgo de que no nos gustara, riesgo de caídas, de golpes, riesgo que otros espectáculos no tienen.

 
M.B.

domingo, 19 de abril de 2009

Tantas voces...

por J.P.

Autor: Luigi Pirandello
Dramaturgia: Juan C. Plaza Asperilla
Producciones: Andrea D'Orico
Dirección: Natalia Menéndez

Naves del Español - Matadero
Sábado, 18 de Abril del 2009



Tantas voces... selecciona cinco cuentos de Pirandello y los intenta articular en un montaje dinámico, donde siete actores ponen a prueba su versatilidad, cambiando de rol e historia varias veces a lo largo de la obra.

En el estreno forzado de hace unas semanas, en otro teatro de Madrid con menos nombre que el Matadero, el montaje dejaba mucho que desear para los que lo vieron. Yo no estaba, pero por lo que dicen los que han repetido ahora, la cosa ha mejorado mucho, el ritmo se ha igualado, las partes más secas se han completado con elementos nuevos, se ha amoldado el montaje al tipo de sala, etc.

Me lo creo: hay un trabajo visible detrás del montaje, un esfuerzo por crear un discurso homogéneo, o al menos con sentido. Se ve que se ha trabajado para redondear el producto, para conseguir una obra unificada.

Sin embargo, el resultado global no alcanza a convencer. La cosa empieza bien: de acuerdo o no con el tipo de puesta en escena, en el primer cuento (La casa de Granella) hay dirección, hay una volunta de contar algo y contarlo de una manera, hay teatro. Los actores -y el montaje- muestran sus cartas, y se esté de acuerdo o no con ellas, lo cierto es que prometen dan más de lo que luego nos dan a jugar. Antes de que termine ese 'primer acto', empezamos a ver ya la calidad -por versátil y por otras cosas más- de algunos actores (más que otros). En cambio, el final -con el propietario enloquecido por los espíritus- nos deja un poco fríos, sacados de lugar. Se perdona, y hasta sienta bien, por ser lo primero que se nos cuenta.

El hombre de la flor en la boca es el primer recital de la noche del mejor actor de la obra: José Luis Patiño. Si el comienzo nos baja el entusiasmo del inicio de la obra -una escena aparentemente seca, sin movimiento- el actor consigue hacerse cargo de la ausencia de dirección en esta parte del montaje -comprensible, claro-, y aumentando poco a poco la tensión de la escena, se hace dueño del monólog que hiciera Gassman en otro tiempo.

Limones en Sicilia, tercera y demasiado larga parte del espectáculo, es la confirmación de la poca calidad de Antonio Zabálburu, que no sabe hacerse con una secuencia que depende totalmente de él. Cierto es que habría que cuestionarse también el por qué de haber elegido ese cuento, previsible, monótono y prescindible. Sólo cuando Lola Casamayor, la otra grande del montaje, sale a tratar de hacerse cargo de la escena, vemos que la cosa podría arreglarse. Pero no: se hace larga y no cuenta más que lo que desde el principio se preveía.

Afortunadamente, salimos de esa tercera parte para entrar en El certificado, donde destacan -como en todo el montaje- Juan Ribó, Lara Grube, y sobre todo José Luis Patiño, en su segundo recital. Un hombre gafe que quiere sacar provecho de su condición, un retrato crítico de la sociedad humana tendente a lo perverso, y una gran actuación de un actor que sostiene la escena y engancha al público.

Para terminar, un pequeño capítulo casi impresionista, con poca trama y alguna voluntad poética: Alguien ha muerto en el hotel. Un final bastante aceptable para un espectáculo que empieza y acaba con muestras de una dirección interesane, que en medio se cae completamente, y que se salva en el segundo y cuarto 'acto' por la actuación de un gran actor.

A la salida, alguien decía que el problema podía estar en la dificultad de poner en escena -o sea, dialogizar- unos cuentos cuya esencia es la de ser cuentos, que decaen y pierden frescura en el teatro. Puede ser; creo que eso se ve claramente en alguna de las escenas. En cualquier caso, falta un ritmo unitario y que la cosa sea un poco más corta, para eliminar los momentos en los que uno se aburre a lo largo de la obra.

J.P.


viernes, 17 de abril de 2009

‘Punctum’ o no entiendo la danza

por M.B.

Director y "concepto": Pedro Berdäyes
Producción: Kytatioh co

Sala Cuarta Pared
15 de abril de 2009


A veces, cuando veo danza, se me quitan las ganas de ver más danza. Toda esa gente que baila porque sí y que no sirve haberse leído el papelo del espectáculo para enterarte de lo que pasa en lo que ves…

Vale, no intentaré enterarme de lo que pasa, me dejaré seducir por las imágenes, pero a los 10 minutos de contemplar una imagen, esa imagen me empieza a deseducir.

Aquí he visto a dos tipos de casi 50 años con un delantal y el culo al aire colocando unos bidones de agua vacíos, de unos 10 litros, bidones que previamente ha tirado uno de ellos al escenario, sin dar al compañero, que estaba tumbado sobre el escenario cuando el público entraba, tumbado boca arriba con un escudo de la policía en la cabeza y una cinta adhesiva verde en la cara, que le tapaba los ojos y le pegaba al suelo. Veinte bombillas cuelgan de las varas y se encienden a veces, otras veces no… Cada bombilla cuelga de un cable en el que hay un gancho y del que se engancha al final del espectáculo cada bidón. A todo el recorrido de los bidones hasta llegar a la posición de colgados del gancho, es a lo que asistimos. Los bailarines los colocan unos encima de otros, los tiran abren el tapón, lo cierran, juegan a los bolos, se ponen los calzoncillos que hay dentro de dos de los bidones… Muy entretenido. Al final bailan entre los bidones, sin (casi) tocarlos, pero no hay emoción, porque no hay riesgo, pues los bidones están tan altos que es complicadito tocarlos…

La semana anterior le dije a alguien que qué curioso irse a Alemania a aprender danza, con una beca, y volver a España a hacer un espectáculo en el que lo único que haces es dar botes sobre el sitio, quizá es un poco pobre. Supongo, y espero, que otras cosas haya aprendido en Alemania, aunque sólo sea el idioma. Pienso si no era buena la escuela a la que fue, o no era buena pero no ha aprendido mucho, no lego a creerme que el espectáculo de dar botes sobre el sitio no se le pudiera haber ocurrido también aquí… Este no es el caso de estos dos bailarines, creo, pero lo he recordado durante la función. También he recordado a otra bailarina que del mismo modo se fue a Alemania, becada, y cada vez que vuelve, para mostrar lo que allí ha aprendido, es para darnos espectáculos en los que no baila, sino que coloca y cambia de sitio las cosas, nos enseña sus fotos y las tira por los suelos, corta papel en una trilladora, hace a la sala pintar todas las paredes de blanco… pero de bailar nada.

Cuando se habla de Berlín y de danza pienso que quizá están a años luz de nosotros, ellos han sublimado la danza y se dedican a moverse, a hacer otras cosas que no les llamaríamos nosotros danza. No sé, me gustaría que alguien me lo explicara. Pero tampoco es el caso de los chicos de los bidones.

Los chicos de los bidones después de mover bidones al estilo "becaria en Alemania", bailan algo que suena a antiguo, pero bueno, no me disgustó demasiado… Pero conté los focos del techo… Analicé el peine, los aires acondicionados… Hice tantas cosas durante el espectáculo… Pensé tanto en mis cositas…

Cuando en un espectáculo me pongo a analizar las características técnicas de la sala, algo le pasa. O algo me pasa a mí. A lo mejor no entiendo la danza.

Al final, cuando ellos bailan bajo los bidones iluminados, que no alrededor, como dije antes, la bombilla, que está dentro de cada bidón, se va apagando, una a una, poco a poco, hasta el oscuro final. Y se acabó la danza. Y se acabaron los espectáculos de danza.

M.B.

martes, 14 de abril de 2009

Madre África

por M.B.


Compañía y Director: Winston Ruddle's

Teatro Circo Price
10 de abril de 2009


Ligeramente agradecido espectáculo circense musical de medios pobres pero con algo de humor, en el que África se refleja en el color de piel de los artistas y en los trajes, y poco más. Bueno, es cierto que se ve algún tambor, pero no noté gran diferencia entre los que lo tocaban en la función y los que pueden tocar en cualquier rincón de Madrid. Quizá yo esperaba ver los tópicos de los africanos, es decir, tambores, y bailes al son del tambor, trajes de colores, y de todo eso hubo, pero ahora me tengo yo que definir qué es un tópico. Pero lo que vi era tan sencillo que parecía el principio del tópico del africano. ¿Y lo de después? Pues no lo había.


Cierto es que son africanos, pues el verano pasado tuvieron que cancelar las actuaciones por problemas con los visados, y por eso han regresado, después de, creo, una gira por Europa. Pero los dos chicos que bailaron claqué (lo que más me gustó) parecían salidos del metro Nueva York (en el metro de Nueva York no vi claqueteros, es un tópico), los que tocaban el tambor parecían recién llegados del parque del Retiro, y una de las bailarinas se parecía a una vecina mía. Entre los números había un contorsionista que hacía cosas increíbles, como fumar con los pies, y en este circo parece ser que están los hombres más flexibles del mundo, aunque flexibles sólo vi a este. Es cierto que por cosas de la vida entré al espectáculo 50 minutos tarde. Quizá antes hubo flexibilidad.


Pero el circo es riesgo, y aquí el único riesgo era el nuestro al bajar esas odiosas escaleras el Price. El circo te cala el corazón, con sus payasitos (como dice a.n.) y sus artistas errantes, y aquí ni payasitos ni carromatos/trailers. El circo de los sentidos se subtitula este espectáculo, y no apeló a mis sentidos en ningún momento. Quizá todo fue, ya digo, en esos primeros 50 minutos.


En resumen, unas chiquitas tumbadas boca arriba moviendo una mesa con los pies, un chico flexible que fuma con los pies y con humor (me reí mucho con este), un joven que tira sus sombreros al aire y los vuelve a coger casi todos, unos músicos que se acompañan de teclados y vestidos de colores, muchos pies descalzos, y un espectáculo amable, sin más, que acaba con banderas de todos los países participantes. Yo, que no sé nada de banderas, que no sé si la nuestra tiene dos de amarillo o dos de rojo, no reconocí ningún país.


Cerca de mí, un niño espectador quería también que su padre le cogiera y le hiciera volar. Y el padre lo hacía, sentado sobre el asiento. El niño volaba por encima de su cabeza, parecía que se iba a caer. Ahí sí que había verdadero riesgo. Luego cruzé, con d.b., las rondas de Atocha o de Valencia, con riesgo. Más tarde fuimos a un sitio cutre y cené comida china cutre, otro factor de riesgo. Pero qué rica estaba. Todo esto le faltaba al espectáculo. Como al teatro en general. RIESGO.

M.B.

lunes, 13 de abril de 2009

'Medida por medida'

por M.B.

Autor: W. Shakespeare.
Director: Carlos Aladro
Producción: Teatro de La Abadía

Teatro de La Abadía, Sala Juan de la Cruz
12 de abril de 2009

A pesar de que prometí mi ausencia en futuros montajes de este director, cosa de la que yo no me acordaba y se ocupó de recordarme hace nada t.d.p., vi otro. Y no salí tan escarmentado como del anterior, de El cuerdo loco. A pesar de que hacían cosas de esas que me sacan de la obra, del teatro y del país casi. Cosas como hacer que se toman latas de red bull (el equivalente a aquellas botellas azules de la anterior obra), como coger el casco de la moto y la chupa de cuero, para acompañar a la frase "que me voy", como esos consoladores tan actuales (digo yo), como esos gorritos con los que inexplicablemente salen todos a saludar, con un aire a despedida de soltera digna de las chirigóticas… Misterios de la vida que han hecho que estas cosas aparezcan en la función, a pesar de que, como dice, supongo que acertadamente j.b., participante en la función, el director se estudia a fondo el texto y es un buen contador de historias, es decir, busca la manera de que la historia nos llegue, nos acerca la historia para que no nos sea difícil entenderla… Yo me la había leído antes, pero aunque no lo hubiera hecho, quizá no sería necesario ver que una mujer que hace de hombre lleva en una bolsa consoladores, para ilustrarme su oficio en mi cabeza. La manera que tiene este director de hacernos llegar el texto me parece poco premeditada. A él quizá le parezcan ideas geniales en el momento en que se le ocurren, pero a mí no dejan de parecerme, una vez pasado el tiempo de esa ocurrencia, meros chistes burdos y soeces que no acompañan al texto y que quizá lucieran más en el teatro Alfil, paradigma del "teatro cochino" actual en esta ciudad. A veces me parece que el director estudia a fondo el texto y luego se lo toma a guasa, que entre ese estudio del texto y la recepción por parte del público, se pasa todo por el tamiz de su guasa. Pero bueno, es su opción. Y es mi opción que eso no me guste nada, o no compartir su misma guasa.


Con actores buenos que doblan papeles y alguno no tan bueno, y entre crisis o no crisis, la función avanza sobre la superficie de un submarino (alguien me lo había dicho antes de ir) que hacia el final hace aguas (o sangres) o en la boca de un gran sistema de alcantarilla que muestra todas nuestras podredumbres, mostrando la doblez de cada corazón humano. Cosa que me gustó bastante, por ejemplo, fue el motivo intuido y luego comentado con j.b. que tiene el duque para irse, después de pasar la noche con prostitutas (una al menos), y borracho decide partir, dejarlo todo en un punto en el que no encuentra quizá vuelta atrás, dejando el poder en una persona de confianza, y observarlo todo desde lejos, disfrazado de fraile. Mientras, al final, y ante su corte, niega toda esa escena de prostituterío y alcohol que todos hemos visto (y que no creo recordar en el texto), y queda como un santo varón. Esa es su doblez. Vaya palabras uso hoy. Y al irse, en su borrachez, deja olvidado un zapato, como muestra del poder antiguo, y que el juez (mudo) utilizará como el típico martillo de juez, y como arma arrojadiza ante algún malandrín. Mientras, el duque/fraile se pasea con sotana, una sandalia en un pie y el otro zapato en el otro pie. Me gustó mucho este gesto.

Cuando uno entra a la sala, y se sienta, alrededor del escenario, oye una especie de música tenebrosa (y en intermedio pajaritos), y lee proyectado sobre la pared del submarino el título de la obra. Por si acaso nos habíamos confundido, como este teatro tiene dos salas… Que no será por eso, pero ese recurso de la proyección le sirve para marcarnos también sobre la fachada submarinil el nº de acto en el que nos adentramos, y unas frases en castellano que se oyen por altavoces en inglés, al principio, y unos cuadros de santos y vírgenes, entre los que reconocí uno de Ribera, y me acordé de mi vida viendo y cuidando cuadros; esa es otra muestra más de todas esas cosas que un director cree que le ayudan a contar su historia y a mí me ayudan a contar la mía, en esta caso mi vida con los cuadros de Ribera. Y las músicas que se oyen durante la función, por ejemplo, esa latina de "que la vida es un carnaval y las penas se van cantando" y la melodía de Alfred Hitchcock presenta que baila j.b. a modo de tango con otro actor, entre otras, son de lo más variopintas, como se puede ver. Reivindico la utilización de, si no música original, otra preexistente no tan conocida que se adapte a lo que se quiere contar, no necesito ver un Shakespeare y imaginar la barriga del señor Hitchcock, gracias, y recordar esos relatos de Roald Dahl, que yo me leí una vez y luego los vi hechos cine en esos epsisodios de aquella serie, blablabla... ¿No será que yo no puedo concentrarme en el teatro, no será que el problema es mío? ¿Qué es eso de poner música archiconocida, que todos asociamos a otros momentos (y cada uno a uno distinto), un guiño, un homenaje, un signo de erudición…? No lo sé, por ahora. No sé nada.

Y por ahora no se me ocurre nada más, espero no haber sido demasiado cruel, de cualquier modo disfruté bastante, cosa que no hice con El cuerdo loco, y contribuyó al disfrute la posterior charla con j.b. sobre su función. Y aquí pongo esto para que lo lea alguna vez j.p., que me ha preguntado varias veces hoy que qué me pareció, pero yo le he hecho chantaje y no se lo he dicho.

M.B.

viernes, 3 de abril de 2009

'La mujer por fuerza'

por M.B.

Director: José Maya
Autor: Tirso de Molina
Versión: J. M. Ruano de la Haza
Producción: Brazodoble

Casa de los Miradores, Almagro
20 de julio de 2008

Teatro Circulo de Bellas Artes, Sala de Columnas
24 de marzo de 2009


En el verano de 2008 la vi en un escenario a la italiana, el público sentado en gradas de hierro incómodas, y en marzo de 2009 la he visto en otra disposición de público y actores, similar a la que tenía cuando se estreno, en marzo del 2008, pues supuestamente esta obra de 1635 se estrenó en el 2008, debido a la pérdida del texto. Puede ser. También puede ser que fuera un escándalo absoluto en su época y no hubiera más remedio que guardarlo en un cajón. El que una mujer se disfrace de hombre para conseguir su objetivo es típico en el teatro de esa época, y si tuviera una memoria inteligente y un poco de paciencia, vendrían a mi mente montones de obras en las que esto sucede. Y claro, con el tema del disfraz y el género de la persona que está bajo ese disfraz, pueden llegar a darse muchos equívocos, y pueden llegar a ser hilarantes las situaciones. En Noche de Reyes por ejemplo, también tenemos una mujer disfrazada de hombre, por otros motivos, pero que dan lugar a similares situaciones. Pero lo que en Noche de Reyes queda elegante, pues se estrenó en otra cultura, aquí queda al límite de la chusquedad. Era lo que el público pedía en la época, según Lope de Vega, “pues como las paga el vulgo es justo / hablarle en necio para darle gusto”, este tipo de situaciones era lo que el público quería ver. Toda la picardía que tienen estos momentos de la obra se puede malinterpretar y dar lugar a teatro de sábado por la noche. Y eso, claro está, todos sabemos que el mejor teatro es el del lunes por la mañana. Pero este montaje es de lunes por la mañana.

Después de haber visto La mujer por fuerza, cuando utilice la palabra sencillo referida al teatro me acordaré de esta función. El público entra en la sala, y en el escenario (a veces con el público alrededor de los actores, en sillas, ese es el formato ideal del espectáculo, y otras veces, como en Almagro, a la italiana) sólo hay una chaqueta, iluminada. Ni sillas ni mesas ni nada de nada. Es la chaqueta que el personaje de mujer utilizará para vestirse de hombre en la primera escena de la obra. Y a partir de entonces se puede ver 7 actores interpretando alguno de ellos dos personajes, pero sin ocultarlo, todo lo contrario. Los actores que no están actuando están sentados entre el público mientras, y cuando tienen su intervención se levantan y van hacia el centro, y con un simple gesto como el de peinarse hacia atrás hacia delante, cambian de personaje (uno de los actores en concreto), o con un saltito y un cambio de actitud corporal ya es un personaje nuevo. Y a estos trucos el director le busca la comicidad, incluye el humor que generan estas situaciones dentro del humor de la trama. Esto también sucede con las canciones que canta e interpreta un músico que hay entre el público, los actores le pueden hacer callar o intervenir creando un nuevo gag con cada mirada al músico. Quizá hacia el final de la obra se pueda pensar que abusa de estos gestos, que se hacen repetitivos, incluidos los que hace cada personaje cuando se enfada o se sorprende con algo que oye. Pero su inserción dentro de la obra está en general muy bien utilizada.

No todos los actores están al mismo nivel, ni todos los momentos de la versión, en que cortan el verso en algunas ocasiones. A veces cuando veo verso prefiero pensar que el autor o el versionador ha querido poner sílabas de menos o de más que pensar que el actor se ha confundido… Pero felizmente deja tan buen sabor de boca, a pesar de una cosilla del final, que voy a verla de nuevo en cuanto tenga ocasión.

M.B.

martes, 31 de marzo de 2009

'Esa cara'

por M.B.


Directora: Pilar Massa
Autor: Polly Stenham

Traducción: Miguel A.Sánchez de la Parte
Producción: Prem Teatro

Teatro Circulo de Bellas Artes, Sala Francisco de Rojas
30 de marzo de 2009

Una chica de unos 15 años, Mia, en un colegio interno, con una amiga, Izzy, abusa del poder uqe le otorga la noche y raptan y pegan a una chiquilla de 13 años, a la que Mía previamente le ha administrado varias pastillas de valium que le robado a su madre. Este es el arranque de la obra, y realmente podría sobrar, no necesitamos ver a la chica de 13 años a la que torturan y casi matan, con saber que lo han hecho es suficiente. Al saber que lo han hecho nos preguntamos por los motivos que les han llevado a ello, ¿realmente tienen una razón de peso, o lo han hecho porque sí? Yo creía que lo habían hecho porque sí. Pero no, una de ellas, Mia, tiene una familia muy complicada, y suponemos que la otra no se queda atrás, aunque no sepamos nada de la familia de Izzy.

La madre de Mia vive con su otro hijo, Henry, un chaval de 18 años que ha abandonado sus clases para cuidar de su madre, quizá para evitar que su madre se haga daño, o para no sentirse solo, abandonado, quién sabe. Con la sexualidad a flor de piel, ambos, madre e hijo, conviven entre camisones y ropa desgarrada, hasta que Mia se presenta en la casa, ante el pavor de su madre de volver a verla. Ver a esa hija la desestabiliza más si cabe. Mia ha sido expulsada del colegio, y el padre, que vive en China, ha tomado un avión para arreglar la situación. ¿Quieren ver al padre, ausente? ¿Quieren verse ellos 3? Queda la duda. Los desencuentros familiares de la obra se van desarrollando con un lenguaje brutal (no todo bien traducido), en una sucesión de escenas concatenadas al ritmo de una música moderna a un volumen considerable. La escenografía, de ciclorama al fondo, es una cama en el centro y un par de sillas que se sacan en el momento necesario. Es sencilla, después de tener un par de semanas grandilocuentes, con “Hamleta” y “Platonov”, ver que se puede expresar tanto con sólo una cama y, eso sí, siendo fiel a un buen texto, me emociona. Los actores están bien, tienen una difícil labor, y están bien. Quizá un poco vodebilesca esa madre (y directora de la función, y gran emprendedora) en sus escenas de borrachera, pero que contrastan con el carácter de sus hijos y no molestan demasiado.

Puestos a simplificar, una actriz y quizá dos me parecen innecesarias, es decir, la chica a la que torturan, y Izzy. No me interesa ver que Izzy se lía con Henry, es lo que más flojo veo de la función, pues en una situación así los celos de Mia se dispararían. Además de que no aporta gran cosa a la trama principal. La chica torturada se podría simplificar desde dirección, y ahorrarse la primera escena. Pero deshacerse de Izzy ya es más difícil sin retocar texto…

Tras un viaje a Londres de la directora (al menos) para ver la función, y tras la gestión de los derechos al haber gustado tanto la función, surge este montaje, y sólo puedo pensar que ojalá todos los textos contemporáneos que se traen de fuera tuvieran esta calidad. Descansemos de la autora francesa de moda, por favor. Busquemos más allá. En este caso, y sólo en este caso, creo que existe un más allá.

He visto fotos de la autora de esta obra, una inglesa nacida en 1987, y pienso qué le ocurriría a esta chica para escribir algo tan salvaje como esto, quiero adivinar en esos carrillos hinchados los golpes que le han dado de niña, las borracheras de juventud y las drogas en internados detrás de las puertas de las habitaciones. Cuando tenía 18 años, según dice su biografía, se “licenció” o “graduó” dentro de un programa de un teatro nacional ingles para jóvenes escritores; una escuela ésta, supongo, en la que se aprende más que en las escuelas nuestras. Al menos así lo espero, por el bien del teatro. Al menos así parece, por este texto.

M.B.

jueves, 26 de marzo de 2009

'Platonov'

por M.B.

Director: Gerardo Vera
Autor: A. Chejov

Versión. J. Mayorga
Producción: Centro Dramático Nacional y Festival Internacional de teatro Chejov de Moscú

Teatro María Guerrero
18 de marzo de 2009


Un Platonov es un Platón en chiquitito. Yo no lo sabía, pero he sido iluminado esta tarde. (Cuando he nombrado esta obra alguno también me ha preguntado que si tenía que ver con Platón). También he visto una función con reminiscencias de Don Juan, Edipo y Hamlet, como bien se ha preocupado el versionador de poner en boca del personaje principal, ya que no creo que el autor original de esta pieza rescatada hubiera escrito eso. * Y en el final he visto claro otro final, el de Bernarda Alba, con esa frase de “Mi hija ha muerto virgen”. No creo haber destripado con esto nada del final, puesto que claramente Platonov no lo es, al final de la obra. Se beneficia a todas las mujeres que le rodean, excepto a una, a la que sí llega a dar un beso en la mejilla. Pero lo que no está claro es qué le verán a Mijail Platonov, pues es un personaje que cuando comienza la obra resulta desagradable, y a medida que pasa el tiempo va a más. Al principio es un tipo borracho, sudoroso y desaliñado, y entrado en carnes; no debe estribar su éxito tampoco en lo que guarda entre las piernas y que se ocupa en mostrar (no a petición del director, parece ser, sino a iniciativa del propio actor). Pero lo que está claro es que causa furor este personaje que se guarda toda la humanidad para los últimos 10 minutos de una función muy larga, 3 horas. Y pico.


Mientras su esposa duerme en casa, Platonov se acuesta con una amante en el bosque, a la que momentáneamente deja para ir en busca de otra amante, y en ese camino de una amante a otra, se encuentra con María, el personaje con la reacción más ilógica de toda la obra. A María, Platonov la tira el suelo y la soba entera, y ella le aparta, al igual que había hecho en la primera escena. Y María, al final de la función, va y le dice que no puede vivir sin él, tras odiarle con todas sus fuerzas en la primera parte de la obra y tras estar la actriz en camerinos sin aparecer durante por lo menos una hora y media. Lógicamente ella ha sufrido alguna especie de transformación para llegar al extremo de no poder vivir sin él, pero ese momento de enamoramiento se nos escamotea… Quizá se deba a tener que recortar y adaptar una obra de 7 u 8 horas para dejarla en unas 3. Pero llegué a pensar que el final era todo un sueño, pues era la única forma en que mi mente se explicaba todo este periplo de mujeres y amantes en cada esquina y todas amándole profundamente… Bueno, la frase final, esa sentencia memorable de “no debería haberle dado esa carta”, también es pronunciada por una mujer, la actriz más mayor, y en mi cabeza yo creí oír un “chanchán” tras la dichosa frasecita…


La Generala, una mujer seductora y rusa, celebra una fiesta en su casa, con cena incluida, y a la cena asisten familiares y vecinos, algunos ya borrachos, y después de hablar largo rato de Platonov, aparece éste, ya borracho, con su esposa, por el patio de butacas. A partir de entonces la obra se va desarrollando en torno al alcohol y las escenas de borrachera, escupitajos y vómitos en el escenario. Beben y escupen, y uno piensa, “pero pedazo de tonto, si lo vas a escupir, para qué bebes”. Cuando ya están todos lo suficientemente borrachos, la acción se traslada a la puerta de la casa de Platonov, donde está su mujer dándole sopa a un salvaje que está sentado en un pupitre al aire libre, fuera de la casa, quizá para algún alumno arisco y travieso, o para que el director pueda hacer uso de su sapiencia y mostrarnos ese asunto de que Platonov es maestro. Este acto dura por lo menos 45 minutos, y durante todo el tiempo sale humo del escenario, si te toca en primera fila te abanicarás bastante. El acto acaba con un intento de suicidio de la mujer del maestro Platonov porque éste no le quiere, ella se tira a las vías del tren, pero el salvaje la rescata, porque claro, se sentía en deuda con ella puesto que ella le había dado sopa. El tren pasa de largo, a toda velocidad, pasa y deja tanto humo que te tiras el intermedio cegado. Cegado por el humo, por los efectos especiales, por pensar en la cantidad de dinero invertida para que no se note la escasez cerebral…

Después del intermedio, en el que meas y te desperezas, la acción se ha trasladado al apartamento ultramoderno de Platonov, un apartamento que está invadido por el caos. Da la sensación de que desde la primera parte a la segunda han pasado 50 años, pues el decorado del siglo XIX de la casa de la genera da paso a unos estores de franquicia sueca, sobre los que se proyecta un noséqué. (Durante toda la obra dura la proyección, pero concretamente en el apartamento de Platonov se proyecta un noséqué). De este caos le intentan sacar sus amantes, una de ellas vaciando una botella de vino en el suelo, una actriz incómoda tirando vino a un suelo sobre el que van a estar otra hora más de función. Otra de las amantes, la Generala, se tumba en el pasillo del patio de butacas, allí donde todo el mundo ha pisado con los zapatos de la mierda de la calle, que en ese barrio hay mucha, allí donde cualquiera que vaya al baño en ese momento tiene cerca su cabeza para pisársela. Después se venden las posesiones como en otras obras de Chejov, se quedan todos en la calle, pero no pasa nada, porque todavía les queda Platonov, ese galán que se desnuda sin grandes motivos, que tira por encima el vino a su compañero de reparto, que ya no puede más, que está cansado de amar a tantas, que está desesperado porque su mujer finalmente se suicida… Una de las amantes le mata. Desvelé el final, lo siento. Este ha sido el viaje de un hombre hacia el abismo, según dice el prospecto, y que arrastra con él a cuantos se cruzan en su camino, ya sea el resto de personajes, el director, el adaptador, el CDN o el teatro ruso entero.


De todo, me quedo con el baile, ese baile que no llega al minuto de duración, en casa de la Generala, con todos borrachos, todos bailando unos mejor, otros peor, unos más jóvenes y ágiles, otros menos, pero todos bailando, los ricos con los pobres, los señores con los criados, los amantes con los no amados, los guapos con los feos… ¿Bailas? Después de una función como ésta uno se da cuenta de que lo que más necesita el CDN es eso, que haya baile.


*Dos días después de escribir esto leo por encima el final de la original de Chejov, y al menos sí hace alusión a Edipo.


M.B.


sábado, 21 de marzo de 2009

'Hamlet/Hamleta'

por M.B.

Director: Tomaz Pandur
Autor: W. Shakespeare
Producción: Teatro Español

Teatro Matadero, Naves del Español
17 de marzo de 2009



No quiero ser cruel, pero sé semicruel. Primero de todo, me arrepiento de haber alabado Infierno, la primera obra que hizo este señor aquí, hace 3 o 4 años. No porque mis alabanzas fueran a algún sitio, más allá del cuello de mi camisa, sino porque igual que yo, otros lo alabarían y después de eso (y tras Barroco que me pareció demencial), ha estrenado en el Matadero. Yo creo que el problema de Pandur en este teatro es que el Matadero es 1 sala modificable a gusto del artista, una sala polivalente en el peor sentido del término, y lo que no había podido hacer donde estrenó los otros dos montajes anteriores, en el María Guerrero y en la Villa, lo ha hecho aquí, ha hecho literalmente lo que le ha dado la gana, y aprovechando la oportunidad que se le brindaba, lo ha alargado hasta las 4 horas. Ha llenado el suelo de agua y ha colocado unas plataformas (oblicuamente respecto a proscenio) para andar sobre ellas y no estar todo el rato mojado, ya que la función dura 4 horas no era cuestión de que se le pusieran los actores malos; aún así, de las 4 horas 3 se las pasa lloviendo, y algo de agua les caería… Realmente el programa anuncia 3 horas y media, pero se convierten en 3 horas 55 minutos, y en la segunda parte se desea que muera ya todo quisqui y que se acabe para poder comentarla.


Lo malo no es la estética del espectáculo, todo lo contrario, sino que esa estética tiene adosados unos lastres que hacen delirar la función hasta límites insospechados. El mayor de esos lastres es el texto, el tener que llamar a la obra Hamlet y supuestamente haberse basado en Hamlet para desperdiciar las buenas escenas que hay en el texto original, en función de una poeticidad visual que le hace al director despreciar el trabajo del actor y superponer a este el movimiento de un telón gigante o el jugueteo con las manzanas que cuando no sabían qué hacer, las daban mordiscos, o tiraban al agua. Da la impresión de que si el actor no es capaz de dar por sí mismo, por su bagaje interpretativo, una interpretación personal del texto, y jugarla con el resto de personajes, la función se cae (no es lo ideal que se haga así, pero algo es algo). Y eso, lo de que la función se cae, sucede con los actores más jóvenes, que por otra parte son los que han conseguido llenar el teatro, siendo la media de edad del público el día que yo asistí de unos 17 años, así, a ojo. Algunos de estos actores han sido elegidos por su aparición televisiva y por ver cumplida la satisfacción libidinosa del director, pero poco más pueden ofrecer; por ello la segunda parte es la que más flojea, porque tienen más participación Laertes y Claudio, interpretados por dos de estos actores. Aunque el más mayor de todos, el que interpreta a Polonio, tampoco se queda atrás. Una justificación que yo encuentro para esto es que, aparte de que el director se centre más en el aspecto visual (y sexual) del espectáculo, es que es de Yugoslavia, y no capta los matices del texto en castellano dicho por los actores, y por tanto elige sólo a actores bellos que digan lo que está escrito “de cualquier manera”. Una vez me contaba un amigo que hizo una prueba para él para Infierno, que le hizo dar innumerables vueltas corriendo al escenario, y después de un buen rato, le pidió que dijera su texto, pero mi amigo había perdido ya el resuello y no pudo decir ni una sola palabra, y claro, no trabajó con él. Es decir, que para él prima la belleza y la forma física.


Otro lastre importante es el humor, esos momentos en los que no puedo evitar soltar una carcajada, por ejemplo cuando al fantasma le sangra la oreja, se pasa el pañuelito y lo mira, y al ver la sangre dice “ay”, o cuando te das cuenta de que a lo que había venido el fantasma era a cortarle el filete a su hijo Hamlet, o cuando la locura de Ofelia parece estar motivada por darse cuenta de que la persona de la que estaba enamorada no tiene pito… O cuando la actriz que hace de Ofelia, con ese aspecto árabe que tiene ella y ese nombre, a la vez que suena una música árabe, se envuelve en una alfombra árabe, como si fuera un kebab, y llega Claudio y se mete también en el kebab y la sodomiza… O esa orgía sin venir a cuento… O esa escena en que el actor mayor, Polonio le dice no sabemos qué a su hijo Laertes, y todo el diálogo queda velado porque ninguno de los dos, ni padre ni hijo, saben lo que dicen, y de repente el padre le da un torta a su hijo y a la que estaba a mi lado le da un ataque de risa, y a mí con ella, porque la torta fue lo único que se entendió de toda la escena, aparte del “Adiós” que dice Laertes al final; y cuando Laertes se va, el padre se queda con su hija Ofelia, diciéndole también no sabemos qué, y Ofelia decía “sí”… Vamos, que sin pretenderlo le quedó una obra muy cómica.

Es un director éste de esos que utilizan todo lo que saben hacer los actores, aunque no venga a cuento, que sabes cantar, pues vas a cantar, que sabes hacer el pino, pues lo vas a hacer, montar en bici, equilibrios en telas, colgarte de los pies… Se notaba mucho en Infierno, y se nota mucho en ésta. Y por supuesto, Asier canta. Y poco más hace. La escena de los cómicos es en el hall del teatro, mientras Asier canta canciones en inglés, mientras el resto de actores se soban, y cuando ya va por la 6ª o 7ª canción canta una en castellano que dice algo así como: “porque tú has matado a tu hermano, con veneno en la oreja…” y es entonces cuando Claudio se libera de todas las manos que le sobetean y sube al escenario a quitarle el micrófono… Después nos hacen entrar a todos otra vez dentro del teatro para leer un texto proyectado de Peter Brook, que utiliza de mala manera para justificarse por haber hecho lo que ha hecho, y para ver a la actriz desnuda recitar el “Ser o no ser”, confundiéndonos otra vez si nos habíamos creído ya que Hamlet era un hombre.

En conclusión, y después de haber estado a punto de morir de extenuación, cuando vas a ver una obra que se llama Hamlet y lees antes en las entrevistas al director que ha cortado mucho texto, precisamente “todo lo que le molestaba del texto”, y resulta que dura 4 horas, te preguntas “¿por qué, si ha cortado tanto, sigue durando 4 horas?” y cuando acaba la función te das cuenta del porqué; pero realmente, a pesar de todo esto que he pensado, si a la obra le quita la palabra “Hamlet”y todo lo que eso conlleva y lo deja en 1 hora y media, le hubiera quedado redondo. Otra vez será.

M.B.

viernes, 20 de marzo de 2009

Extrarradios

por J.P.

Autor y director: Eduardo Alonso
Producción: Teatro do Noroeste

Teatro Círculo de Bellas Artes, Sala Fernando de Rojas
19 de marzo de 2009



¿Por qué hacer teatro si no se tiene nada que decir? ¿Qué puede llevar a alguien a escribir una obra sin ningún interés, aburrida, copia de tantas cosas vistas… y encima escribirla mal?

Su autor “ha sido nominado a los Premios Max 2009 como Mejor autor teatral por esta obra”, dice el programa del Festival de las Autonomías… Uno va fiado en eso, pensando que va a ver algo al menos interesante o innovador.

En los diez primeros minutos se va creando una incógnita en el espectador: ‘esto es de coña, ¿no?... Ahora cambiarán de registro, esto es una broma inicial…’. Después viene el momento de indignación, del que se sale inmediatamente riéndose uno de lo que tiene delante. La hora y cuarto restante simplemente te lamentas de no poder salirte a mitad de función, por razones pragmáticas…

Se pretende una defensa de las vidas marginales, una “comedia de las mujeres desamparadas”. Se pretenden unos diálogos realistas y potentes, y unos monólogos con sentido. Se pretende una evolución, una inversión del orden, una inversión de los papeles, a lo largo de la obra. Se pretenden escenas cargadas de fuerza, incluida una caída en la “amoralidad” (según otro espectador comentando la obra al final).

No se consigue nada de eso.

Unos personajes-tipo vistos ya mil veces, reciclados para la ocasión. Escenas propuestas como intensas que se quedan por debajo de lo patético. Una trama carente de interés. Y lo peor: largas tiradas de texto completamente superfluo, casi siempre ajeno al lenguaje cotidiano de los personajes que intenta retratar. Un modo de escribir sin ningún tipo de depuración, de reflexión... Y por cierto, sin ninguna capacidad de reivindicación de los marginados, de los ‘extrarradios’…

Un despropósito.
J.P.

lunes, 16 de marzo de 2009

Noche de Reyes

por M.B.

Director: Quico Cadaval
Autor: W. Shakespeare
Producción
: Centro Dramático Galego

Teatro Círculo de Bellas Artes, Sala Fernando de Rojas
16 de marzo de 2009


Voy a escribir sobre lo que he visto hoy, pero no desde el cabreo, (el cabreo que siento la mayoría de las veces que voy al teatro), para que vea j.p. que también se puede escribir sobre algo que te ha gustado. Pues la de hoy me ha gustado mucho. Así que voy a escribir desde el placer. El placer, eso que tengo tan escondido. El placer, vaya palabra.

Al terminar la función me he encontrado con una persona que me ha dicho que el director del espectáculo, al que yo no conocía, era el mejor contador de historias que existe, y yo me lo he creído, no porque me fíe ciento por cien de esta persona, sino porque me han contado una historia que me ha enganchado de principio a fin, me ha divertido, me lo he pasado muy bien. Con 10 actores y 3 músicos- actores hemos visto una historia, que llegaba a ser hilarante, de amores no correspondidos, con equívocos por cuestión del género de los protagonistas del enamoramiento/desenamoramiento, una historia de amores no correspondidos que acaban en amores correspondidos, situada en una playa de un país imaginario llamado Iliria, con unos actores que, hablando en castellano, hacían de su acento gallego un rasgo cómico de su personaje. O al menos quería ver yo ese rasgo cómico, por ejemplo en el personaje de Malvolio.

Me era inevitable emocionarme recordando otro par de montajes, por ejemplo el de los rusos del verano pasado en Madrid, que también me gustó mucho, pero en el que se creaba algo de confusión al interpretar todos los papeles hombres, y al recordar también al Malvolio de la película, creo que era Nigel Hawtorne; también he recordado las canciones de un musical americano muy hippy sobre esta obra, pero sobre todo, y cuando he soltado la lagrimita, ha sido cuando he recordado las escenitas que practicábamos cuando me dio hace años por estudiar interpretación. Todo esto me hace pensar si me ha gustado de verdad o es que esta obra me traía demasiados recuerdos… Que sí, que me ha gustado de verdad.

Sobre un fondo de chiringuito playero italiano, o donde se cantaban canciones italianas, la obra ha derivado hacia un final feliz para los personajes y feliz también para el público, pues como colofón final nos han ofrecido la canción más alegre de toda la noche, alguna típica italiana que ya conocíamos, pero eso daba igual, esta vez creo que es la primera vez que oigo músicas o canciones ya conocidas en un espectáculo que no me sientan mal; el teatro a veces es una celebración festiva, y eso ha sido hoy, con ese final. El teatro es una fiesta, así nos lo han hecho ver los gallegos.

M.B.

sábado, 14 de marzo de 2009

'Una comedia española'

por J. P.

Autora: Yasmina Reza.

Directora: Silvia Munt

Teatro Valle-Inclán

5 de Marzo del 2009


Las ideas alrededor de una profesión artística dan para mucho. Sobre todo para los propios artistas que se dedican a ella.Si además hablamos de actores y autores teatrales, la retroalimentación puede ser prodigiosa.

En 'Una comedia española', hay actores hablando de actores, autores hablando de autores, autores hablando de actores y actores hablando de autores. De lo que parece que no hay ni rastro es de directores...

El planteamiento con varios planos de actuación (actores franceses - personajes de la comedia (española) - papel en una obra (búlgara) de uno de esos personajes) no impide que podamos intentar hacer una suma general: más allá de cómo es presentada cada cosa, lo que abunda en esta obra es, primero, un conjunto de ideas sobre el teatro y su mundo, y segundo, grandes escenas de costumbrismo contemporáneo. Tal vez ese costumbrismo esté puesto para ser ridiculizado, pero me parece que, o no lo consigue, o se puede decir que la autora trata con la misma importancia esas escenas (largas y que ocupan la mayor parte del tiempo de la obra) y los monólogos o entrevistas de los actores.

La directora parece que es fiel a sus hábitos (cinematográficos): donde esté un primer plano proyectado en pantalla grande, que se quite la tarea de llenar de interés un escenario. Los textos y los actores salvan casi siempre esos monólogos, pero eso no evita que se pase uno la función buscando el papel que ha tenido la directora entre la autora y esos actores.

La gente se ríe, los de la profesión disfrutan viéndose reflejados; en general es agradable. Más allá de eso, no hay mucho que sacar. Los que se ríen se emocionan cuando hay que emocionarse (para funcionar en esos tópicos de conexión con el público sí escribe (bien) Reza) y aquellos que encuentran en el texto verdades del mundo del teatro se lo pasan bien.

Así, resumiendo, autores, actores y público se lo pasan muy bien en/con 'Una comedia española'. Tal vez por no aguar esa fiesta, la directora prefiere no meterse demasiado. Lo que también habría que preguntarse es si esa fiesta merece ser montada en el Centro Dramático Nacional.

J. P.

jueves, 12 de marzo de 2009

Una comedia española (con personajes histéricos)

por M.B.

Director: Silvia Munt
Autor: Yasmina Reza
Producción: CDN, Teatre Nacional de Catalunya y Bitó Producciones

Teatro Valle Inclán
17 de febrero de 2009



Una compañía de actores franceses ensaya una comedia de un autor llamado Olmo Panero, una autor español que incluso asiste a los ensayos (y se sitúa en el patio de butacas, donde nosotros). Todavía no conozco a ningún autor que se llame Olmo, pero sí conozco a varios Panero. Si ese nombre está realmente así escrito en la obra francesa, la compañía española se podría haber tomado la licencia de cambiarlo por otro, por todo lo que la palabra Panero referida a una persona evoca, pues más que un homenaje a la familia Panero, saca de la situación de la obra a cualquiera.

Me da la sensación de que la autora francesa se ríe de los españoles, retratando esos "tipos" españoles, y esas relaciones familiares histéricas, y me sorprende que 1 compañía española se lance a hacer este texto al que yo no le veo mucho, quizá sólo porque la autora se hiciera archiconocida en España con un texto llamado "Arte" (y archirica, 3 montajes distintos en 10 años).


Vemos escenas en que la compañía francesa ensaya la obra, intercaladas con monólogos de los actores al autor, al director, al figurinista, y creo recordar (cosa que no me cuadraba, pues eran unos ensayos sin público), que había algún monólogo al público. Confiaba en que mi amigo j.p., que iba a ser el otro criticólogo de esta página, y aún se lo está pensando, me confirmara este dato, pero no lo ha hecho. No tendrían cabida estos monólogos a público, como he dicho, puesto que no está el público

En el programa de mano se puede leer que se "corta el ensayo", y lo que yo veo en el escenario no es un corte del ensayo, ningún actor para de ensayar y dice "esta frase n me sale, mierda", o "vaya, me he confundido, mierda", o cualquier otra cosa, no. Simplemente la luz cambia, una actor se mueve a proscenio o a un lateral, y se proyecta sobre el fondo su cara a lo grande, para que no perdamos detalle, esa es la delimitación entre la vida real de los actores y la vida de los personajes que interpretan… Y para colmo en la "comedia" española que ensayan, que por cierto ellos consideran mala, creo recordar, hay dos personajes que son actrices y hermanas, una trabaja en teatro independiente, en esas obras que no ve nadie, según la autora francesa, y la otra en teatro comercial, y está a punto de ganar un premio, ¿quizás un max?... y con un dilema gordo sobre el traje que debe ponerse, situación esta que sirve para dejar ver cómo es esa familia realmente; a partir del incidente del traje se desvela todo un mundo de odio, envidia y amor fraternal,,,


Me da la sensación de que una de las actrices, al más mayor de las 3, juega a otra cosa, hace otro tipo de teatro, distinto al de los demás intérpretes, o quizá sea por al cantidad de veces que la he visto haciendo trabajos antiguos, y nunca mejor dicho, me suena a teatro antiguo pero del malo, del que se puede olvidar sin problemas, del que no merece la pena escribir más.


La obra tiene dos planos que trascurren paralelos y no llegan a cruzarse, por un lado está la historia de los actores que ensayan, (todo eso que yo llamo pornografía teatral, que me parece innecesaria, es como si un albañil nos enseñara el vocabulario de cuando pone ladrillos), y por otro tenemos la historia de la comedia que representan. Por momentos me fastidiaba que se cortara esa comedia para mostrarme un proceso de ensayos que no hay quien se lo crea. Una de las cosas más curiosas de esta pornografía teatral es que hayan cohabitado en la cartelera varias obras que tratan de compañías de actores que montan obras. ¿Tanta necesidad tenemos de escribir sobre nosotros? Debo decir también que en estos tiempos me hallo escribiendo un texto sobre una compañía de actores que representan una función, es decir, una obra pornográfica teatralmente hablando.

También por momentos creía viendo esta obra que la ironía con que la autora francesa juega no ha sido entendida por la directora, o que tienen las dos ironías distintas. Tal vez me resultaban inverosímiles las conversaciones de esa familia española, y la forma que tenían de hablar de teatro, y el remate lo da el hombre que de repente dice que él de joven iba al teatro, al Bellas Artes y al María Guerrero, lo cual, para estar programada esta comedia española en el Valle Inclán, dependiente también del CDN, suena a peloteo chorra.


Lo immediato anterior que Silvia Munt había hecho era una película pornográfica (teatral) en que una compañía de actores ensayaba una obra irlandesa. Aquí viene a cuento eso de que los artistas realizan una sola obra a lo largo de su vida.


M.B.

martes, 3 de marzo de 2009

Chrónica de Fuenteovejuna

por M.B.


Director: José Carlos Plaza
Basado de Fuenteovejuna de Lope de Vega
Producción: Samarkanda Teatro

Círculo de Bellas Artes
3 de marzo de 2009

Hace un par de semanas me planté a ver otra obra de una compañía de actores que ensayaban una obra, y supuestamente paraban el ensayo, según decía el prospecto, pero no era cierto. Esa obra se llamaba “Una comedia española”. En esta de hoy no reza así el prospecto pero sí que paran el ensayo para comentar, y se agradece ver que, con cierto desfase temporal, lo que dice el prospecto de una obra concuerda con lo que sucede en la obra, aunque se trate de obras distintas.

Pero para decir lo que dicen cuando cortan los ensayos (todos opinando como si fueran todos los directores del asunto, leyendo las noticias reales del hecho histórico, leyendo un texto de brecht que creen que viene a cuento, y mucho balbalbal que correspondería al trabajo de mesa por parte del equipo, previo al proceso de ensayos), realmente yo hubiera preferido que no los cortaran. Quizá estaban plagados esos momentos de chistes malos y/o algo pretenciosos, rozando el límite de lo que llamo la pornografía teatral, ese discurso metateatral que desvela al espectador profano el dicho proceso de trabajo previo al resultado final.

Da la sensación de que los dos planos superpuestos no llegan a cuajar, por un lado podría tener cierto interés el ver a esos actores discutiendo sobre cómo debería ser la obra, el final tantas veces versionado, etc, y por otro lado la obra en sí, que me apetecía ver sin cortes y comprendiéndola, bastándome para ello el solo verla, sin tener necesidad de ese bagaje cultural que está en mi cerebro sobre este texto, de alguna vez que lo leyera, viera o que oyera hablar sobre ello. Claramente no ayuda a la comprensión de la obra el cambio constante de personajes por parte de los actores, ni el a veces molesto ruido escénico que impide escuchar algunos versos.

Pero cantando me han conquistado, eran extremeños y eso se notaba, es decir, las canciones que cantan, el tipo de canción, les sale de forma natural, y con necesidad de menos ensayos que si esas mismas canciones las cantara un grupo de actores madrileños, por muy preparados que estuviesen. A veces la sangre extremeña me llama. Me ha gustado también que esos pocos elementos escenográficos que utilizaban para el “trabajo de mesa” sirvieran después para la propia obra de lope, y esas 2 grandes lámparas que al entrar y verlas me han hecho erizar los cabellos. Me han gustado en general los actores, y me ha gustado que se “ventilaran” la obra entre los 8. Y también la agilidad de algunos pasajes, y algún monólogo dicho por todos a la vez en un juego del “todos a una” que hasta mi abuela dijo varias veces durante mi niñez. Y en estos juegos de recitar varias personas a un tiempo el mismo pasaje, unas veces más conseguido que otras, me ha gustado que de repente sonara más por un lateral del escenario que por el otro, y otra vez más por el primero, como si el viento llevara y trajese las voces… Me ha gustado el juego con las dos telas que de repente cuelgan del techo…

Y me ha gustado también el encontrarme al salir a un señor dramaturgo no estrenado, con gafas de sol y gorra y oírle decir lo mismo que había pensado yo de la función. Qué honor, coincido con los dramaturgos no estrenados de 65 años. ¿Un presagio? ¿Una señal? ¿Quiero de verdad ser dramaturgo? Yo qué sé qué quiero.

Lo que claro no me queda es el porqué de la letra “h” en el título.

M.B.

martes, 10 de febrero de 2009

Desdémona

por M.B.

Director: Sandro Cordero
Autor: Alberto Conejero
Producción: Hilo Producciones

Círculo de Bellas Artes
10 de febrero de 2009


Desdémona no es una versión del Otelo”, escribe el autor de la obra que he visto hoy. Y lo escribe usando el “del”, como quien habla de algo universalmente conocido, o al menos conocido para los que leen el programa de la obra, es decir, para algunos de los que van al teatro, porque hay otros que pensarán que con ir ya tienen bastante, para qué van además a leer. El programa de mano tiene muchas fotos, fotos que quizá son mejores que el espectáculo. En eso de las fotos hay controversia, a veces son mejores que la función, otras veces son peores, y otras veces suplen la función, como me pasó con La dama del mar de Bob Wilson, que, como ya había visto las fotos, ya no necesitaba ir a ver la obra.


Otelo es universalmente conocido, y eso puede ser un punto a favor o varios puntos en contra cuando uno se propone hacer una versión que no sea solamente reducir personajes, sino aportar su visión particular del texto antiguo. En este montaje creo que juega a la contra. Cuando uno va a ver un espectáculo que se llama Desdémona, aunque nunca haya visto un montaje de Otelo anteriormente, ni si quiera una película, ya sabe que lo que va a ver no sale de la nada ni de la cabeza únicamente del autor, ya va uno con ciertas reticencias, al menos en mi caso, ya se acerca uno al teatro pensando “a ver qué me cuentan estos”. Y ese es el peor efecto que puede conseguir un espectáculo. El título es importante, pero no decisivo, démosle una oportunidad a lo que hay dentro, a pesar del título. Reza el programa de mano que el texto fue un encargo hecho por la compañía al autor, pues la compañía quería una versión de Otelo reducida a 3 personajes y además “que explorase los silencios e interrogantes” que plantea la actuación de Desdémona. Quizá por ello el título. Misterio desvelado.


Bueno, pues al leer, “Desdémona no es una versión de Otelo”, yo saco en claro que el autor, A. Conejero, - que por cierto rima con el director, S. Cordero, al igual que Otelo rima con celos (y de eso se ha preocupado en mostrarnos el señor autor), - escribió esta obra sin conocer nada de Otelo, y lo que le llevó a hacerlo quizá fueron las mismas pulsiones que le llevaron a Shakespeare a escribir Otelo, aunque muchos años después… La frase en cuestión me hace pensar en “Pierre Menard, autor del Quijote”, un relato de Borges que recuerdo haber leído, en el que habla de un señor llamado Pierre Menard que escribió el Quijote muchos años después de Cervantes sin saber nada del anterior Quijote, y resulta ser igual palabra por palabra a la obra de Cervantes, pero, claramente, la versión de Menard es mucho mejor.


En este Otelo llamado Desdémona, interpretado por una actriz que es casualmente del tipo lánguido que quiere irse con su marido Otelo, que está interpretado casualmente por un actor del tipo gritón, a la guerra a Oriente Próximo, donde Otelo mira mapas en blanco con gafas de sol, acompañado de Yago. Allí en la guerra, en la “puta guerra”, a la que han ido en un “puto avión”, hay petróleo y está también Casio, que ha hecho posible que Desdémona viaje al frente como traductora. Yago hace creer a Otelo que Casio era homosexual antes de ir a la guerra, pero que ha conseguido el empleo de intérprete a Desdémona porque se la quiere tirar allí mismo, en plena guerra, porque ahora le gustan las mujeres. Como esto es poco, se corta la muñeca izquierda con un papel que saca de un bolsillo y dice que ha sido Casio borracho, con lo cuál Casio es encarcelado por orden de Otelo, que es el que más manda en todo el meollo. Entonces Desdémona va a ver a Casio a la cárcel, porque cuando eran niños jugaban juntos en el campo con las flores, y la niñez marca. Y como le da pena le pide a Otelo que lo libere, pero éste cree que ella quiere que Casio esté libre para tirárselo a gusto, con lo cuál se enfada mucho y le pega un tiro a Casio, entre el público, despertando a alguno que estaba dormido y dando un buen susto a los que quedaban despiertos. Entonces llega Desdémona, ve al cadáver, se queda compugida y le dice a Yago que ha hecho muy mal diciéndole esas cosas a Otelo, porque ella quería ir al frente porque estaba enferma terminal (de algo que oculta), y quería estar con su maridito. Entonces Yago se arrepiente sin llegar a suicidarse, como en la otra obra, y ella se despide de su marido con un abrazo, sin ser muerta por este como en la otra obra, y se vuelve a casa a pasar los últimos estertores de su enfermedad sola y abandonada. Este era el argumento, y que me corrija mi amigo martín, que iba conmigo, si en algo me equivoco; además estaba interpretado todo como si fuera trascendente, que a lo mejor lo era, pero yo entre cabezada y cabezada quizá me he perdido la fuerza del asunto.


Lo que también afirma el autor es que sin Otelo, esta obra nunca hubiera existido. Eso es cierto, realmente cierto.


M. B.

martes, 3 de febrero de 2009

El cuerdo loco

por M.B.

Autor: Lope de Vega

Director: Carlos Aladro
Producción: Teatro en tránsito

Círculo de Bellas Artes,

3 de febrero de 2009




Considero que el teatro se merece un respeto. Y Lope de Vega, 1 señor que escribía teatro hace mucho, también. Incluso el pero texto de Lope de Vega se merece un respeto. Y hoy he visto un espectáculo que no guarda respeto ninguno a una profesión, la de los artistas. Un espectáculo del que, incluso, he pensado que aquella cosa horrenda de “Hoy no me puedo levantar” le da unas cuantas vueltas. Y el director, sí, el director, ha salido a saludar. No ha tenido ninguna vergüenza en salir a saludar. Después de haber incluido en su montaje decenas de botellas de agua solán de cabras, esas azules con tapón amarillo, un par de espadas láser emulando las del hamlet (la obra era un hamlet español escrito por Lope), disfraces de la “Guerra de las Galaxias”, canciones variadas, entre ellas una latina, una de “Jesucristo Superstar”, otra de la película “Titánic” y algún otro greatest hit del mal gusto, el director ha salido a saludar al final del espectáculo.

He tenido un momento cruel, muy cruel, en un determinado momento de la obra, hacia el principio, he pensado, cuando sólo había 6 o 7 botellas azules por el suelo del escenario, que eran 6 o 7 actores, y que tocaban cada uno a una, es decir, que se podían meter cada uno una botella por el culo, y así nos librábamos de ellas. Pero luego, más tarde, uno de los personajes ha bebido de una botella que estaba en una bandeja con 20 o 30 más que de repente algún actor ha traído, y se ha hecho el envenenado y se ha caído al suelo; entonces ha llegado otro personaje y ha dicho que ha bebido de un vaso que tenía veneno. “Vaso” ha dicho, “Vaso”. Yo he pensado que el director no había leído la obra, porque todos hemos oído en ese momento “vaso” (una de las pocas palabras que hemos oído claramente) y hemos visto como aquel actor no había utilizado un vaso sino una botella azul. Y no éramos tontos todos los del público. Aklguno habría, pero todos no. Yo he pensado que debería salir el director, bajarse los pantalones y meterse las botellas por el culo, allí mismo, una a una.

En la vida cotidiana un objeto tiene una importancia que en la vida del teatro se multiplica por cien mil. Cien mil millones. Si se saca una botella azul, es decir, un objeto de nuestra vida cotidiana, en el que no nos damos cuenta en nuestra vida cotidiana, a un escenario, donde 400 o 500 ojos estaban esta noche fijos en la primera botella azul que apareció, la importancia de esa botella se multiplica por tanto por cien mil millones. Pero es que a los 20 minutos de obra habría unas 40 botellas, por tanto 400 mil millones o yo qué sé, no sé contar tan alto.

Lo primero que han hecho los actores nada más salir es quitarse un impermeable negro que sonaba a plástico, y ponerse a bailar descosidamente una canción latina que ha empezado a sonar. Eso me posiciona frente a la obra. Todo lo que venga después ya tiene que hacerme olvidar eso, que ha sido de dudoso gusto. Pero lo que ha venido después ha sido media hora de no entender nada porque algún actor no tenía volumen, y el resto hablaba a impulsos de volumen, y a impulsos de pensamiento, de tanto que cortaban éste; para colmo el verso creo que estaba escrito con alguna sílaba de más, que añadidas a las que hacían ellos al romper la sinalefa, sumaban un pico al final de la función. En esa media hora he pensado en que estaban hablando en ruso, y poro eso yo no entendía nada, y me he acordado de un joven ruso que me he encontrado antes de subir al teatro y que iba a intentar entrar a verlo, he pensado que qué bien que lo hubiera entendido él, ya que los actores hablaban en ruso. Luego he comprendido alguna palabra, ya digo, pasada media hora, y he cambiado de opinión, no era ruso, era solamente un idioma castellano sin pasión. Parecía que los actores no tenían ningún interés en que nos enteráramos del texto, ni de la historia, ni de nada, quizá por descreencia en lo que estaban haciendo, o porque se centraban en hacernos entender que las botellas tenían agua dentro, oque una simple botella de plástico azul vacía de 33 cl. podía servir para matar. Los muertos, después de muertos, se levantaban, decían la última frase de su personaje y se largaban con viento fresco, ante la más absoluta indiferencia de gran parte del auditorio.

Cuando íbamos por la hora y pico de tostón, he levantado la cabeza del hombro del compañero de asiento, donde la había durmiendo, y he comprobado por dónde iban estos chiquitos del escenario: Entonces he empezado a seguir a trompicones la historia en ruso-castellano gracias a su ligera similitud con la trama de “Hamlet”. Y al final ha habido espadas, claro, como en Hamlet, pero en esta ocasión eran de esas que se encendían y apagaban, y entonces el tipo de mi izquierda ha dicho “vaya parida”, y el de la derecha ha cogido el abrigo para irse, pero su amigo le ha retenido. Todo ha acabado con un final feliz, y con una salida del director al escenario. Y yo he dicho lo de las botellas por el culo, pero creo que no me ha oído pues le daban los focos en toda la cara, y además yo estaba en la última fila de butacas.

Yo me he preguntado si los actores estaban a gusto con lo que hacían, y he pensado que no, y eso era la causa de la escasa energía. Los actores, algunos, son buenos, por qué están haciéndolo tan mal, me ha dicho al salir una persona de confianza. Tres personas en primera fila, puestos en pie, aplaudían. Y algún amigo de algún actor, durante la función se ha reído, y yo decía: “¿pero de qué se ríen?” Y cuando estaba ahí el director, en el escenario, he pensado en la frase del programa de mano (del teatro, porque por cosas de la vida el programa de la obra nos lo han dado al salir de la sala), donde dice que era un texto no estrenado que ofrecía a la compañía la oportunidad de una buena investigación actoral, que yo no he visto… Era indudable que el director estaba contento con lo que acababa de ver (él estaba sentado entre el público), pero cuando salió a saludar yo precisamente pensé que si acababa de ver lo mismo que yo, le tendría que dar mucha vergüenza salir ahí.

También pensé que si alguien quiere hacer este tipo de espectáculos, se puede coger un texto de Alonso Millán, por ejemplo, o de algo por el estilo, y a lo mejor incluso me hubiera gustado.

Una vez vi pedazos de un video de un montaje anterior de este director, y me pareció poco afortunado, juzgando por lo que veía; no entiendo el teatro de este señor. Prometo mi ausencia en sus próximos montajes.

Por cierto, cuando este Hamlet simulaba estar loco, hacía el tontito y bailaba como un mono. Yo lo estoy haciendo ahora, antes de acostarme. Para soltar tensión.

M.B.