Autor: Lope de Vega
Director: Carlos Aladro
Producción: Teatro en tránsito
Círculo de Bellas Artes,
3 de febrero de 2009

Considero que el teatro se merece un respeto. Y Lope de Vega, 1 señor que escribía teatro hace mucho, también. Incluso el pero texto de Lope de Vega se merece un respeto. Y hoy he visto un espectáculo que no guarda respeto ninguno a una profesión, la de los artistas. Un espectáculo del que, incluso, he pensado que aquella cosa horrenda de “Hoy no me puedo levantar” le da unas cuantas vueltas. Y el director, sí, el director, ha salido a saludar. No ha tenido ninguna vergüenza en salir a saludar. Después de haber incluido en su montaje decenas de botellas de agua solán de cabras, esas azules con tapón amarillo, un par de espadas láser emulando las del hamlet (la obra era un hamlet español escrito por Lope), disfraces de la “Guerra de las Galaxias”, canciones variadas, entre ellas una latina, una de “Jesucristo Superstar”, otra de la película “Titánic” y algún otro greatest hit del mal gusto, el director ha salido a saludar al final del espectáculo.
He tenido un momento cruel, muy cruel, en un determinado momento de la obra, hacia el principio, he pensado, cuando sólo había 6 o 7 botellas azules por el suelo del escenario, que eran 6 o 7 actores, y que tocaban cada uno a una, es decir, que se podían meter cada uno una botella por el culo, y así nos librábamos de ellas. Pero luego, más tarde, uno de los personajes ha bebido de una botella que estaba en una bandeja con 20 o 30 más que de repente algún actor ha traído, y se ha hecho el envenenado y se ha caído al suelo; entonces ha llegado otro personaje y ha dicho que ha bebido de un vaso que tenía veneno. “Vaso” ha dicho, “Vaso”. Yo he pensado que el director no había leído la obra, porque todos hemos oído en ese momento “vaso” (una de las pocas palabras que hemos oído claramente) y hemos visto como aquel actor no había utilizado un vaso sino una botella azul. Y no éramos tontos todos los del público. Aklguno habría, pero todos no. Yo he pensado que debería salir el director, bajarse los pantalones y meterse las botellas por el culo, allí mismo, una a una.
En la vida cotidiana un objeto tiene una importancia que en la vida del teatro se multiplica por cien mil. Cien mil millones. Si se saca una botella azul, es decir, un objeto de nuestra vida cotidiana, en el que no nos damos cuenta en nuestra vida cotidiana, a un escenario, donde 400 o 500 ojos estaban esta noche fijos en la primera botella azul que apareció, la importancia de esa botella se multiplica por tanto por cien mil millones. Pero es que a los 20 minutos de obra habría unas 40 botellas, por tanto 400 mil millones o yo qué sé, no sé contar tan alto.
Lo primero que han hecho los actores nada más salir es quitarse un impermeable negro que sonaba a plástico, y ponerse a bailar descosidamente una canción latina que ha empezado a sonar. Eso me posiciona frente a la obra. Todo lo que venga después ya tiene que hacerme olvidar eso, que ha sido de dudoso gusto. Pero lo que ha venido después ha sido media hora de no entender nada porque algún actor no tenía volumen, y el resto hablaba a impulsos de volumen, y a impulsos de pensamiento, de tanto que cortaban éste; para colmo el verso creo que estaba escrito con alguna sílaba de más, que añadidas a las que hacían ellos al romper la sinalefa, sumaban un pico al final de la función. En esa media hora he pensado en que estaban hablando en ruso, y poro eso yo no entendía nada, y me he acordado de un joven ruso que me he encontrado antes de subir al teatro y que iba a intentar entrar a verlo, he pensado que qué bien que lo hubiera entendido él, ya que los actores hablaban en ruso. Luego he comprendido alguna palabra, ya digo, pasada media hora, y he cambiado de opinión, no era ruso, era solamente un idioma castellano sin pasión. Parecía que los actores no tenían ningún interés en que nos enteráramos del texto, ni de la historia, ni de nada, quizá por descreencia en lo que estaban haciendo, o porque se centraban en hacernos entender que las botellas tenían agua dentro, oque una simple botella de plástico azul vacía de 33 cl. podía servir para matar. Los muertos, después de muertos, se levantaban, decían la última frase de su personaje y se largaban con viento fresco, ante la más absoluta indiferencia de gran parte del auditorio.
Cuando íbamos por la hora y pico de tostón, he levantado la cabeza del hombro del compañero de asiento, donde la había durmiendo, y he comprobado por dónde iban estos chiquitos del escenario: Entonces he empezado a seguir a trompicones la historia en ruso-castellano gracias a su ligera similitud con la trama de “Hamlet”. Y al final ha habido espadas, claro, como en Hamlet, pero en esta ocasión eran de esas que se encendían y apagaban, y entonces el tipo de mi izquierda ha dicho “vaya parida”, y el de la derecha ha cogido el abrigo para irse, pero su amigo le ha retenido. Todo ha acabado con un final feliz, y con una salida del director al escenario. Y yo he dicho lo de las botellas por el culo, pero creo que no me ha oído pues le daban los focos en toda la cara, y además yo estaba en la última fila de butacas.
Yo me he preguntado si los actores estaban a gusto con lo que hacían, y he pensado que no, y eso era la causa de la escasa energía. Los actores, algunos, son buenos, por qué están haciéndolo tan mal, me ha dicho al salir una persona de confianza. Tres personas en primera fila, puestos en pie, aplaudían. Y algún amigo de algún actor, durante la función se ha reído, y yo decía: “¿pero de qué se ríen?” Y cuando estaba ahí el director, en el escenario, he pensado en la frase del programa de mano (del teatro, porque por cosas de la vida el programa de la obra nos lo han dado al salir de la sala), donde dice que era un texto no estrenado que ofrecía a la compañía la oportunidad de una buena investigación actoral, que yo no he visto… Era indudable que el director estaba contento con lo que acababa de ver (él estaba sentado entre el público), pero cuando salió a saludar yo precisamente pensé que si acababa de ver lo mismo que yo, le tendría que dar mucha vergüenza salir ahí.
También pensé que si alguien quiere hacer este tipo de espectáculos, se puede coger un texto de Alonso Millán, por ejemplo, o de algo por el estilo, y a lo mejor incluso me hubiera gustado.
Una vez vi pedazos de un video de un montaje anterior de este director, y me pareció poco afortunado, juzgando por lo que veía; no entiendo el teatro de este señor. Prometo mi ausencia en sus próximos montajes.
Por cierto, cuando este Hamlet simulaba estar loco, hacía el tontito y bailaba como un mono. Yo lo estoy haciendo ahora, antes de acostarme. Para soltar tensión.
M.B.
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