domingo, 19 de abril de 2009

Tantas voces...

por J.P.

Autor: Luigi Pirandello
Dramaturgia: Juan C. Plaza Asperilla
Producciones: Andrea D'Orico
Dirección: Natalia Menéndez

Naves del Español - Matadero
Sábado, 18 de Abril del 2009



Tantas voces... selecciona cinco cuentos de Pirandello y los intenta articular en un montaje dinámico, donde siete actores ponen a prueba su versatilidad, cambiando de rol e historia varias veces a lo largo de la obra.

En el estreno forzado de hace unas semanas, en otro teatro de Madrid con menos nombre que el Matadero, el montaje dejaba mucho que desear para los que lo vieron. Yo no estaba, pero por lo que dicen los que han repetido ahora, la cosa ha mejorado mucho, el ritmo se ha igualado, las partes más secas se han completado con elementos nuevos, se ha amoldado el montaje al tipo de sala, etc.

Me lo creo: hay un trabajo visible detrás del montaje, un esfuerzo por crear un discurso homogéneo, o al menos con sentido. Se ve que se ha trabajado para redondear el producto, para conseguir una obra unificada.

Sin embargo, el resultado global no alcanza a convencer. La cosa empieza bien: de acuerdo o no con el tipo de puesta en escena, en el primer cuento (La casa de Granella) hay dirección, hay una volunta de contar algo y contarlo de una manera, hay teatro. Los actores -y el montaje- muestran sus cartas, y se esté de acuerdo o no con ellas, lo cierto es que prometen dan más de lo que luego nos dan a jugar. Antes de que termine ese 'primer acto', empezamos a ver ya la calidad -por versátil y por otras cosas más- de algunos actores (más que otros). En cambio, el final -con el propietario enloquecido por los espíritus- nos deja un poco fríos, sacados de lugar. Se perdona, y hasta sienta bien, por ser lo primero que se nos cuenta.

El hombre de la flor en la boca es el primer recital de la noche del mejor actor de la obra: José Luis Patiño. Si el comienzo nos baja el entusiasmo del inicio de la obra -una escena aparentemente seca, sin movimiento- el actor consigue hacerse cargo de la ausencia de dirección en esta parte del montaje -comprensible, claro-, y aumentando poco a poco la tensión de la escena, se hace dueño del monólog que hiciera Gassman en otro tiempo.

Limones en Sicilia, tercera y demasiado larga parte del espectáculo, es la confirmación de la poca calidad de Antonio Zabálburu, que no sabe hacerse con una secuencia que depende totalmente de él. Cierto es que habría que cuestionarse también el por qué de haber elegido ese cuento, previsible, monótono y prescindible. Sólo cuando Lola Casamayor, la otra grande del montaje, sale a tratar de hacerse cargo de la escena, vemos que la cosa podría arreglarse. Pero no: se hace larga y no cuenta más que lo que desde el principio se preveía.

Afortunadamente, salimos de esa tercera parte para entrar en El certificado, donde destacan -como en todo el montaje- Juan Ribó, Lara Grube, y sobre todo José Luis Patiño, en su segundo recital. Un hombre gafe que quiere sacar provecho de su condición, un retrato crítico de la sociedad humana tendente a lo perverso, y una gran actuación de un actor que sostiene la escena y engancha al público.

Para terminar, un pequeño capítulo casi impresionista, con poca trama y alguna voluntad poética: Alguien ha muerto en el hotel. Un final bastante aceptable para un espectáculo que empieza y acaba con muestras de una dirección interesane, que en medio se cae completamente, y que se salva en el segundo y cuarto 'acto' por la actuación de un gran actor.

A la salida, alguien decía que el problema podía estar en la dificultad de poner en escena -o sea, dialogizar- unos cuentos cuya esencia es la de ser cuentos, que decaen y pierden frescura en el teatro. Puede ser; creo que eso se ve claramente en alguna de las escenas. En cualquier caso, falta un ritmo unitario y que la cosa sea un poco más corta, para eliminar los momentos en los que uno se aburre a lo largo de la obra.

J.P.


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