jueves, 26 de marzo de 2009

'Platonov'

por M.B.

Director: Gerardo Vera
Autor: A. Chejov

Versión. J. Mayorga
Producción: Centro Dramático Nacional y Festival Internacional de teatro Chejov de Moscú

Teatro María Guerrero
18 de marzo de 2009


Un Platonov es un Platón en chiquitito. Yo no lo sabía, pero he sido iluminado esta tarde. (Cuando he nombrado esta obra alguno también me ha preguntado que si tenía que ver con Platón). También he visto una función con reminiscencias de Don Juan, Edipo y Hamlet, como bien se ha preocupado el versionador de poner en boca del personaje principal, ya que no creo que el autor original de esta pieza rescatada hubiera escrito eso. * Y en el final he visto claro otro final, el de Bernarda Alba, con esa frase de “Mi hija ha muerto virgen”. No creo haber destripado con esto nada del final, puesto que claramente Platonov no lo es, al final de la obra. Se beneficia a todas las mujeres que le rodean, excepto a una, a la que sí llega a dar un beso en la mejilla. Pero lo que no está claro es qué le verán a Mijail Platonov, pues es un personaje que cuando comienza la obra resulta desagradable, y a medida que pasa el tiempo va a más. Al principio es un tipo borracho, sudoroso y desaliñado, y entrado en carnes; no debe estribar su éxito tampoco en lo que guarda entre las piernas y que se ocupa en mostrar (no a petición del director, parece ser, sino a iniciativa del propio actor). Pero lo que está claro es que causa furor este personaje que se guarda toda la humanidad para los últimos 10 minutos de una función muy larga, 3 horas. Y pico.


Mientras su esposa duerme en casa, Platonov se acuesta con una amante en el bosque, a la que momentáneamente deja para ir en busca de otra amante, y en ese camino de una amante a otra, se encuentra con María, el personaje con la reacción más ilógica de toda la obra. A María, Platonov la tira el suelo y la soba entera, y ella le aparta, al igual que había hecho en la primera escena. Y María, al final de la función, va y le dice que no puede vivir sin él, tras odiarle con todas sus fuerzas en la primera parte de la obra y tras estar la actriz en camerinos sin aparecer durante por lo menos una hora y media. Lógicamente ella ha sufrido alguna especie de transformación para llegar al extremo de no poder vivir sin él, pero ese momento de enamoramiento se nos escamotea… Quizá se deba a tener que recortar y adaptar una obra de 7 u 8 horas para dejarla en unas 3. Pero llegué a pensar que el final era todo un sueño, pues era la única forma en que mi mente se explicaba todo este periplo de mujeres y amantes en cada esquina y todas amándole profundamente… Bueno, la frase final, esa sentencia memorable de “no debería haberle dado esa carta”, también es pronunciada por una mujer, la actriz más mayor, y en mi cabeza yo creí oír un “chanchán” tras la dichosa frasecita…


La Generala, una mujer seductora y rusa, celebra una fiesta en su casa, con cena incluida, y a la cena asisten familiares y vecinos, algunos ya borrachos, y después de hablar largo rato de Platonov, aparece éste, ya borracho, con su esposa, por el patio de butacas. A partir de entonces la obra se va desarrollando en torno al alcohol y las escenas de borrachera, escupitajos y vómitos en el escenario. Beben y escupen, y uno piensa, “pero pedazo de tonto, si lo vas a escupir, para qué bebes”. Cuando ya están todos lo suficientemente borrachos, la acción se traslada a la puerta de la casa de Platonov, donde está su mujer dándole sopa a un salvaje que está sentado en un pupitre al aire libre, fuera de la casa, quizá para algún alumno arisco y travieso, o para que el director pueda hacer uso de su sapiencia y mostrarnos ese asunto de que Platonov es maestro. Este acto dura por lo menos 45 minutos, y durante todo el tiempo sale humo del escenario, si te toca en primera fila te abanicarás bastante. El acto acaba con un intento de suicidio de la mujer del maestro Platonov porque éste no le quiere, ella se tira a las vías del tren, pero el salvaje la rescata, porque claro, se sentía en deuda con ella puesto que ella le había dado sopa. El tren pasa de largo, a toda velocidad, pasa y deja tanto humo que te tiras el intermedio cegado. Cegado por el humo, por los efectos especiales, por pensar en la cantidad de dinero invertida para que no se note la escasez cerebral…

Después del intermedio, en el que meas y te desperezas, la acción se ha trasladado al apartamento ultramoderno de Platonov, un apartamento que está invadido por el caos. Da la sensación de que desde la primera parte a la segunda han pasado 50 años, pues el decorado del siglo XIX de la casa de la genera da paso a unos estores de franquicia sueca, sobre los que se proyecta un noséqué. (Durante toda la obra dura la proyección, pero concretamente en el apartamento de Platonov se proyecta un noséqué). De este caos le intentan sacar sus amantes, una de ellas vaciando una botella de vino en el suelo, una actriz incómoda tirando vino a un suelo sobre el que van a estar otra hora más de función. Otra de las amantes, la Generala, se tumba en el pasillo del patio de butacas, allí donde todo el mundo ha pisado con los zapatos de la mierda de la calle, que en ese barrio hay mucha, allí donde cualquiera que vaya al baño en ese momento tiene cerca su cabeza para pisársela. Después se venden las posesiones como en otras obras de Chejov, se quedan todos en la calle, pero no pasa nada, porque todavía les queda Platonov, ese galán que se desnuda sin grandes motivos, que tira por encima el vino a su compañero de reparto, que ya no puede más, que está cansado de amar a tantas, que está desesperado porque su mujer finalmente se suicida… Una de las amantes le mata. Desvelé el final, lo siento. Este ha sido el viaje de un hombre hacia el abismo, según dice el prospecto, y que arrastra con él a cuantos se cruzan en su camino, ya sea el resto de personajes, el director, el adaptador, el CDN o el teatro ruso entero.


De todo, me quedo con el baile, ese baile que no llega al minuto de duración, en casa de la Generala, con todos borrachos, todos bailando unos mejor, otros peor, unos más jóvenes y ágiles, otros menos, pero todos bailando, los ricos con los pobres, los señores con los criados, los amantes con los no amados, los guapos con los feos… ¿Bailas? Después de una función como ésta uno se da cuenta de que lo que más necesita el CDN es eso, que haya baile.


*Dos días después de escribir esto leo por encima el final de la original de Chejov, y al menos sí hace alusión a Edipo.


M.B.


1 comentario: