jueves, 30 de abril de 2009
Avaricia, lujuria y muerte
Autor: R.M. del Valle-Inclán
Dirección: Ana Zamora (Ligazón), Alfredo Sanzol (La cabeza del bautista) y Salva Volta (La rosa de papel)
Producción: CDN
Teatro Valle-Inclán
Miércoles, 29 de Abril del 2009 (Ensayo general)
Ganas había ya de ver qué iba a salir de este proyecto: tres 'jóvenes' directores enfrentándose al Retablo de Valle. Textos breves que son obras maestras, releídas o revisitadas en 2009 por nombres que desde hace pocos meses han cogido plaza en el teatro madrileño de forma merecida.
Montar un gran texto en escena es como interpretar a Mozart en música: es todo tan claro y tan sencillo... que acaba siendo dificilísimo conseguir alcanzar esa claridad y sencillez. O debe de ser así, no sé...
En cualquier caso, en este montaje se contraponen tres maneras completamente diferentes de enfrentarse a Valle. Aunque heterogéneas entre sí, podemos compararlas según han sabido o no leer las obras que han puesto en escena. Y es ahí donde claramente destaca lo que destaca... y se hunde lo que no puede sino hundirse....
Ligazón -pieza con la que empieza el espectáculo- ha sido mal leída por Ana Zamora. O no ha entendido a Valle, o no ha sabido salirse de sus esquemas ('autos-renacentistas') anteriores para montar un texto que pide a voces algo muy diferente de lo que han hecho aquí. Buscar lo dulce, lo embaucador, los juegos simples de amor, etc. en una obra así es un pecado muy difícil de perdonar. Me temo que Zamora ha querido leer la obra desde su punto de vista y no se ha esforzado un mínimo por confrontarlo con otras posibilidades, o -más fácil aún- con lo que el propio texto muestra...
Leer en escena las acotaciones no es a priori un defecto. Pero si aparecen como excusa para librarse uno de la complejidad de traducir esas didascalias en estilo teatral, en apuesta escénica, en escenografía, en creación de personajes.... entonces es patético. La actriz que interpreta a la Mozuela (en escena en toda la pieza) hace justo lo contrario de lo que Valle escribió (es que esta mozuela tiene poco que ver con la Sibila Cassandra). El lenguaje popular cargado de sentido, acción contenida, pasado insinuado, etc. se pierde en largos diálogos completamente diluidos, sin ninguna avaricia, ninguna lujuria, y casi ninguna muerte. Sobran los ecos en las voces que aparecen en las escenas 'de amor'(?), sobra bondad y dulzura, sobran silencios perdidos en los diálogos. Sobra tanto...y falta tanto en esta puesta en escena que si fuera la única del montaje valdría la pena salir antes de que acabase...
Lo mejor que le puede pasar a Ligazón es que nada más terminar aparezcan cuatro tipos cantando a lo Tony Manero Mi limón, mi limonero... en un bar de la España sesentera.
Sí, es un poco shock que La cabeza del bautista empiece así, pero uno lo agradece tanto después del soponcio anterior, que piensa "todo lo que venga va a ser mejor". Y lo bueno es que así es.
Alfredo Sanzol realiza también una lectura personal de su texto, pero es consciente de lo que está montando, y su punto de vista consigue potenciar y hacer encajar perfectamente a los personajes de Valle en un contexto que en un principio podría parecer problemático.
Con muy buenos actores, con las escenas medidas, con la tensión bien cogida, consigue que su parte sea la mejor del espectáculo. Hay Valle, hay avaricia, lujuria y muerte, hay -además- música, alcohol, una escenografía esta vez más conseguida... Y una propuesta compacta, que conecta perfectamente el texto con el espectador. La única pega -que se solucionará probablemente tras el ensayo de ayer- es la transición final de la Pepona... tal vez un poco rápida, falta de patetismo... Pero ni eso es un reproche...
La última parte -La rosa de papel- seguro que será la que más discrepancias provoque. De entrada, plantea una puesta en escena basada en lo grotesco, en el expresionismo gestual casi salvaje, burlesco. Todos los actores cogen bien la intención del director, y desarrollan una escena que a algunos puede no gustar, pero que es defendible como lectura más que válida de la pieza. El problema es que hacia la mitad el ritmo baja, se pierden los contrastes, y se hace un poco larga. El final, con el movimiento de cama y la coda posterior con las posturas, se hace largo, demasiado extendido, perdiéndose un poco la intención, la agudeza y la fuerza del texto. Aún así, eso se podrá seguramente mejorar a lo largo de las funciones.
No digo más. Se estrena hoy, y es mejor dejar abierta la posibilidad de que las dos partes buenas del espectáculo sugieran muchas cosas nuevas a los que vayan a verlas...
martes, 21 de abril de 2009
'Con permiso'
por M.B.
Compañía: Larumbe Danza
Teatros del Canal (Sala B)
Martes, 21 de Abril del 2009
"Con permiso, voy a hacer el friki", es lo que hemos comentado a la salida. No es nada despectivo, porque me lo he pasado muy bien. He visto a unos chiquitos bailar acompañados de una luz tenue, y una música rara, y luego han empezado a hacer cosas raras, con el cuerpo, gestos con la cara (que no llegábamos a ver bien por la fila que teníamos), movimientos extraños, han bailado el principio de una canción vomitando, luego han dejado de vomitar para hacer cosas raras, y han tenido un "baile de máscaras", y después de todo esto y de correr hasta agotarse, una de ellas les ha puesto en fila hablando en italiano y ellos han empezado a mover la tripa hasta caer al suelo, al tiempo que la luz bajaba, reptar hacia atrás para esconderse tras la gasa negra circular que delimitaba el escenario. Entonces es cuando la chica que hablaba en italiano ha bailado un solo aburrido, que me ha cortado las ganas de aplaudir, sobre todo porque sabíamos que con eso acababa, pues habíamos leído la duración de la obra, y no podía haber nada más allá. Pero luego ha dicho j.p. que acaba como empieza, es decir, que eso cierra la obra, es la misma bailarina que hace un solo al principio, lo vuelva a hacer al final… A mí me ha dejado muy frío ese final. No he aplaudido con las mismas ganas.
Ese aspecto grotesco y exagerado me recordaba, claro, como ellos dicen en el papelo, a Fellini, pero en teatro a Pippo del Bono, al único espectáculo que vi de él, (que en ese momento también me recordó a Fellini), con la salvedad que los actores de Pippo del Bono eran frikis reales, no se lo hacían.
Pero bueno, he pasado un rato divertido, a pesar de que sigo pensando que no entiendo la danza. Y había riesgo, algo. Riesgo de que no nos gustara, riesgo de caídas, de golpes, riesgo que otros espectáculos no tienen.
domingo, 19 de abril de 2009
Tantas voces...

Tantas voces... selecciona cinco cuentos de Pirandello y los intenta articular en un montaje dinámico, donde siete actores ponen a prueba su versatilidad, cambiando de rol e historia varias veces a lo largo de la obra.
En el estreno forzado de hace unas semanas, en otro teatro de Madrid con menos nombre que el Matadero, el montaje dejaba mucho que desear para los que lo vieron. Yo no estaba, pero por lo que dicen los que han repetido ahora, la cosa ha mejorado mucho, el ritmo se ha igualado, las partes más secas se han completado con elementos nuevos, se ha amoldado el montaje al tipo de sala, etc.
Me lo creo: hay un trabajo visible detrás del montaje, un esfuerzo por crear un discurso homogéneo, o al menos con sentido. Se ve que se ha trabajado para redondear el producto, para conseguir una obra unificada.
Sin embargo, el resultado global no alcanza a convencer. La cosa empieza bien: de acuerdo o no con el tipo de puesta en escena, en el primer cuento (La casa de Granella) hay dirección, hay una volunta de contar algo y contarlo de una manera, hay teatro. Los actores -y el montaje- muestran sus cartas, y se esté de acuerdo o no con ellas, lo cierto es que prometen dan más de lo que luego nos dan a jugar. Antes de que termine ese 'primer acto', empezamos a ver ya la calidad -por versátil y por otras cosas más- de algunos actores (más que otros). En cambio, el final -con el propietario enloquecido por los espíritus- nos deja un poco fríos, sacados de lugar. Se perdona, y hasta sienta bien, por ser lo primero que se nos cuenta.
El hombre de la flor en la boca es el primer recital de la noche del mejor actor de la obra: José Luis Patiño. Si el comienzo nos baja el entusiasmo del inicio de la obra -una escena aparentemente seca, sin movimiento- el actor consigue hacerse cargo de la ausencia de dirección en esta parte del montaje -comprensible, claro-, y aumentando poco a poco la tensión de la escena, se hace dueño del monólog que hiciera Gassman en otro tiempo.
Limones en Sicilia, tercera y demasiado larga parte del espectáculo, es la confirmación de la poca calidad de Antonio Zabálburu, que no sabe hacerse con una secuencia que depende totalmente de él. Cierto es que habría que cuestionarse también el por qué de haber elegido ese cuento, previsible, monótono y prescindible. Sólo cuando Lola Casamayor, la otra grande del montaje, sale a tratar de hacerse cargo de la escena, vemos que la cosa podría arreglarse. Pero no: se hace larga y no cuenta más que lo que desde el principio se preveía.
Afortunadamente, salimos de esa tercera parte para entrar en El certificado, donde destacan -como en todo el montaje- Juan Ribó, Lara Grube, y sobre todo José Luis Patiño, en su segundo recital. Un hombre gafe que quiere sacar provecho de su condición, un retrato crítico de la sociedad humana tendente a lo perverso, y una gran actuación de un actor que sostiene la escena y engancha al público.
Para terminar, un pequeño capítulo casi impresionista, con poca trama y alguna voluntad poética: Alguien ha muerto en el hotel. Un final bastante aceptable para un espectáculo que empieza y acaba con muestras de una dirección interesane, que en medio se cae completamente, y que se salva en el segundo y cuarto 'acto' por la actuación de un gran actor.
A la salida, alguien decía que el problema podía estar en la dificultad de poner en escena -o sea, dialogizar- unos cuentos cuya esencia es la de ser cuentos, que decaen y pierden frescura en el teatro. Puede ser; creo que eso se ve claramente en alguna de las escenas. En cualquier caso, falta un ritmo unitario y que la cosa sea un poco más corta, para eliminar los momentos en los que uno se aburre a lo largo de la obra.
J.P.
viernes, 17 de abril de 2009
‘Punctum’ o no entiendo la danza
por M.B.
Director y "concepto": Pedro Berdäyes
Producción: Kytatioh co
Sala Cuarta Pared
15 de abril de 2009
A veces, cuando veo danza, se me quitan las ganas de ver más danza. Toda esa gente que baila porque sí y que no sirve haberse leído el papelo del espectáculo para enterarte de lo que pasa en lo que ves…
Vale, no intentaré enterarme de lo que pasa, me dejaré seducir por las imágenes, pero a los 10 minutos de contemplar una imagen, esa imagen me empieza a deseducir.
Aquí he visto a dos tipos de casi 50 años con un delantal y el culo al aire colocando unos bidones de agua vacíos, de unos 10 litros, bidones que previamente ha tirado uno de ellos al escenario, sin dar al compañero, que estaba tumbado sobre el escenario cuando el público entraba, tumbado boca arriba con un escudo de la policía en la cabeza y una cinta adhesiva verde en la cara, que le tapaba los ojos y le pegaba al suelo. Veinte bombillas cuelgan de las varas y se encienden a veces, otras veces no… Cada bombilla cuelga de un cable en el que hay un gancho y del que se engancha al final del espectáculo cada bidón. A todo el recorrido de los bidones hasta llegar a la posición de colgados del gancho, es a lo que asistimos. Los bailarines los colocan unos encima de otros, los tiran abren el tapón, lo cierran, juegan a los bolos, se ponen los calzoncillos que hay dentro de dos de los bidones… Muy entretenido. Al final bailan entre los bidones, sin (casi) tocarlos, pero no hay emoción, porque no hay riesgo, pues los bidones están tan altos que es complicadito tocarlos…
La semana anterior le dije a alguien que qué curioso irse a Alemania a aprender danza, con una beca, y volver a España a hacer un espectáculo en el que lo único que haces es dar botes sobre el sitio, quizá es un poco pobre. Supongo, y espero, que otras cosas haya aprendido en Alemania, aunque sólo sea el idioma. Pienso si no era buena la escuela a la que fue, o no era buena pero no ha aprendido mucho, no lego a creerme que el espectáculo de dar botes sobre el sitio no se le pudiera haber ocurrido también aquí… Este no es el caso de estos dos bailarines, creo, pero lo he recordado durante la función. También he recordado a otra bailarina que del mismo modo se fue a Alemania, becada, y cada vez que vuelve, para mostrar lo que allí ha aprendido, es para darnos espectáculos en los que no baila, sino que coloca y cambia de sitio las cosas, nos enseña sus fotos y las tira por los suelos, corta papel en una trilladora, hace a la sala pintar todas las paredes de blanco… pero de bailar nada.
Cuando se habla de Berlín y de danza pienso que quizá están a años luz de nosotros, ellos han sublimado la danza y se dedican a moverse, a hacer otras cosas que no les llamaríamos nosotros danza. No sé, me gustaría que alguien me lo explicara. Pero tampoco es el caso de los chicos de los bidones.
Los chicos de los bidones después de mover bidones al estilo "becaria en Alemania", bailan algo que suena a antiguo, pero bueno, no me disgustó demasiado… Pero conté los focos del techo… Analicé el peine, los aires acondicionados… Hice tantas cosas durante el espectáculo… Pensé tanto en mis cositas…
Cuando en un espectáculo me pongo a analizar las características técnicas de la sala, algo le pasa. O algo me pasa a mí. A lo mejor no entiendo la danza.
Al final, cuando ellos bailan bajo los bidones iluminados, que no alrededor, como dije antes, la bombilla, que está dentro de cada bidón, se va apagando, una a una, poco a poco, hasta el oscuro final. Y se acabó la danza. Y se acabaron los espectáculos de danza.
M.B.
martes, 14 de abril de 2009
Madre África
Compañía y Director: Winston Ruddle's
Teatro Circo Price
10 de abril de 2009
Ligeramente agradecido espectáculo circense musical de medios pobres pero con algo de humor, en el que África se refleja en el color de piel de los artistas y en los trajes, y poco más. Bueno, es cierto que se ve algún tambor, pero no noté gran diferencia entre los que lo tocaban en la función y los que pueden tocar en cualquier rincón de Madrid. Quizá yo esperaba ver los tópicos de los africanos, es decir, tambores, y bailes al son del tambor, trajes de colores, y de todo eso hubo, pero ahora me tengo yo que definir qué es un tópico. Pero lo que vi era tan sencillo que parecía el principio del tópico del africano. ¿Y lo de después? Pues no lo había.
Cierto es que son africanos, pues el verano pasado tuvieron que cancelar las actuaciones por problemas con los visados, y por eso han regresado, después de, creo, una gira por Europa. Pero los dos chicos que bailaron claqué (lo que más me gustó) parecían salidos del metro Nueva York (en el metro de Nueva York no vi claqueteros, es un tópico), los que tocaban el tambor parecían recién llegados del parque del Retiro, y una de las bailarinas se parecía a una vecina mía. Entre los números había un contorsionista que hacía cosas increíbles, como fumar con los pies, y en este circo parece ser que están los hombres más flexibles del mundo, aunque flexibles sólo vi a este. Es cierto que por cosas de la vida entré al espectáculo 50 minutos tarde. Quizá antes hubo flexibilidad.
Pero el circo es riesgo, y aquí el único riesgo era el nuestro al bajar esas odiosas escaleras el Price. El circo te cala el corazón, con sus payasitos (como dice a.n.) y sus artistas errantes, y aquí ni payasitos ni carromatos/trailers. El circo de los sentidos se subtitula este espectáculo, y no apeló a mis sentidos en ningún momento. Quizá todo fue, ya digo, en esos primeros 50 minutos.
En resumen, unas chiquitas tumbadas boca arriba moviendo una mesa con los pies, un chico flexible que fuma con los pies y con humor (me reí mucho con este), un joven que tira sus sombreros al aire y los vuelve a coger casi todos, unos músicos que se acompañan de teclados y vestidos de colores, muchos pies descalzos, y un espectáculo amable, sin más, que acaba con banderas de todos los países participantes. Yo, que no sé nada de banderas, que no sé si la nuestra tiene dos de amarillo o dos de rojo, no reconocí ningún país.
Cerca de mí, un niño espectador quería también que su padre le cogiera y le hiciera volar. Y el padre lo hacía, sentado sobre el asiento. El niño volaba por encima de su cabeza, parecía que se iba a caer. Ahí sí que había verdadero riesgo. Luego cruzé, con d.b., las rondas de Atocha o de Valencia, con riesgo. Más tarde fuimos a un sitio cutre y cené comida china cutre, otro factor de riesgo. Pero qué rica estaba. Todo esto le faltaba al espectáculo. Como al teatro en general. RIESGO.
M.B.
lunes, 13 de abril de 2009
'Medida por medida'
por M.B.
Autor: W. Shakespeare.
Director: Carlos Aladro
Producción: Teatro de La Abadía
Teatro de La Abadía, Sala Juan de la Cruz
12 de abril de 2009
A pesar de que prometí mi ausencia en futuros montajes de este director, cosa de la que yo no me acordaba y se ocupó de recordarme hace nada t.d.p., vi otro. Y no salí tan escarmentado como del anterior, de El cuerdo loco. A pesar de que hacían cosas de esas que me sacan de la obra, del teatro y del país casi. Cosas como hacer que se toman latas de red bull (el equivalente a aquellas botellas azules de la anterior obra), como coger el casco de la moto y la chupa de cuero, para acompañar a la frase "que me voy", como esos consoladores tan actuales (digo yo), como esos gorritos con los que inexplicablemente salen todos a saludar, con un aire a despedida de soltera digna de las chirigóticas… Misterios de la vida que han hecho que estas cosas aparezcan en la función, a pesar de que, como dice, supongo que acertadamente j.b., participante en la función, el director se estudia a fondo el texto y es un buen contador de historias, es decir, busca la manera de que la historia nos llegue, nos acerca la historia para que no nos sea difícil entenderla… Yo me la había leído antes, pero aunque no lo hubiera hecho, quizá no sería necesario ver que una mujer que hace de hombre lleva en una bolsa consoladores, para ilustrarme su oficio en mi cabeza. La manera que tiene este director de hacernos llegar el texto me parece poco premeditada. A él quizá le parezcan ideas geniales en el momento en que se le ocurren, pero a mí no dejan de parecerme, una vez pasado el tiempo de esa ocurrencia, meros chistes burdos y soeces que no acompañan al texto y que quizá lucieran más en el teatro Alfil, paradigma del "teatro cochino" actual en esta ciudad. A veces me parece que el director estudia a fondo el texto y luego se lo toma a guasa, que entre ese estudio del texto y la recepción por parte del público, se pasa todo por el tamiz de su guasa. Pero bueno, es su opción. Y es mi opción que eso no me guste nada, o no compartir su misma guasa.
Con actores buenos que doblan papeles y alguno no tan bueno, y entre crisis o no crisis, la función avanza sobre la superficie de un submarino (alguien me lo había dicho antes de ir) que hacia el final hace aguas (o sangres) o en la boca de un gran sistema de alcantarilla que muestra todas nuestras podredumbres, mostrando la doblez de cada corazón humano. Cosa que me gustó bastante, por ejemplo, fue el motivo intuido y luego comentado con j.b. que tiene el duque para irse, después de pasar la noche con prostitutas (una al menos), y borracho decide partir, dejarlo todo en un punto en el que no encuentra quizá vuelta atrás, dejando el poder en una persona de confianza, y observarlo todo desde lejos, disfrazado de fraile. Mientras, al final, y ante su corte, niega toda esa escena de prostituterío y alcohol que todos hemos visto (y que no creo recordar en el texto), y queda como un santo varón. Esa es su doblez. Vaya palabras uso hoy. Y al irse, en su borrachez, deja olvidado un zapato, como muestra del poder antiguo, y que el juez (mudo) utilizará como el típico martillo de juez, y como arma arrojadiza ante algún malandrín. Mientras, el duque/fraile se pasea con sotana, una sandalia en un pie y el otro zapato en el otro pie. Me gustó mucho este gesto.
Cuando uno entra a la sala, y se sienta, alrededor del escenario, oye una especie de música tenebrosa (y en intermedio pajaritos), y lee proyectado sobre la pared del submarino el título de la obra. Por si acaso nos habíamos confundido, como este teatro tiene dos salas… Que no será por eso, pero ese recurso de la proyección le sirve para marcarnos también sobre la fachada submarinil el nº de acto en el que nos adentramos, y unas frases en castellano que se oyen por altavoces en inglés, al principio, y unos cuadros de santos y vírgenes, entre los que reconocí uno de Ribera, y me acordé de mi vida viendo y cuidando cuadros; esa es otra muestra más de todas esas cosas que un director cree que le ayudan a contar su historia y a mí me ayudan a contar la mía, en esta caso mi vida con los cuadros de Ribera. Y las músicas que se oyen durante la función, por ejemplo, esa latina de "que la vida es un carnaval y las penas se van cantando" y la melodía de Alfred Hitchcock presenta que baila j.b. a modo de tango con otro actor, entre otras, son de lo más variopintas, como se puede ver. Reivindico la utilización de, si no música original, otra preexistente no tan conocida que se adapte a lo que se quiere contar, no necesito ver un Shakespeare y imaginar la barriga del señor Hitchcock, gracias, y recordar esos relatos de Roald Dahl, que yo me leí una vez y luego los vi hechos cine en esos epsisodios de aquella serie, blablabla... ¿No será que yo no puedo concentrarme en el teatro, no será que el problema es mío? ¿Qué es eso de poner música archiconocida, que todos asociamos a otros momentos (y cada uno a uno distinto), un guiño, un homenaje, un signo de erudición…? No lo sé, por ahora. No sé nada.
Y por ahora no se me ocurre nada más, espero no haber sido demasiado cruel, de cualquier modo disfruté bastante, cosa que no hice con El cuerdo loco, y contribuyó al disfrute la posterior charla con j.b. sobre su función. Y aquí pongo esto para que lo lea alguna vez j.p., que me ha preguntado varias veces hoy que qué me pareció, pero yo le he hecho chantaje y no se lo he dicho.
M.B.
viernes, 3 de abril de 2009
'La mujer por fuerza'
Director: José Maya
Autor: Tirso de Molina
Versión: J. M. Ruano de la Haza
Producción: Brazodoble
Casa de los Miradores, Almagro
20 de julio de 2008
Teatro Circulo de Bellas Artes, Sala de Columnas
24 de marzo de 2009
En el verano de 2008 la vi en un escenario a la italiana, el público sentado en gradas de hierro incómodas, y en marzo de 2009 la he visto en otra disposición de público y actores, similar a la que tenía cuando se estreno, en marzo del 2008, pues supuestamente esta obra de 1635 se estrenó en el 2008, debido a la pérdida del texto. Puede ser. También puede ser que fuera un escándalo absoluto en su época y no hubiera más remedio que guardarlo en un cajón. El que una mujer se disfrace de hombre para conseguir su objetivo es típico en el teatro de esa época, y si tuviera una memoria inteligente y un poco de paciencia, vendrían a mi mente montones de obras en las que esto sucede. Y claro, con el tema del disfraz y el género de la persona que está bajo ese disfraz, pueden llegar a darse muchos equívocos, y pueden llegar a ser hilarantes las situaciones. En Noche de Reyes por ejemplo, también tenemos una mujer disfrazada de hombre, por otros motivos, pero que dan lugar a similares situaciones. Pero lo que en Noche de Reyes queda elegante, pues se estrenó en otra cultura, aquí queda al límite de la chusquedad. Era lo que el público pedía en la época, según Lope de Vega, “pues como las paga el vulgo es justo / hablarle en necio para darle gusto”, este tipo de situaciones era lo que el público quería ver. Toda la picardía que tienen estos momentos de la obra se puede malinterpretar y dar lugar a teatro de sábado por la noche. Y eso, claro está, todos sabemos que el mejor teatro es el del lunes por la mañana. Pero este montaje es de lunes por la mañana.
Después de haber visto La mujer por fuerza, cuando utilice la palabra sencillo referida al teatro me acordaré de esta función. El público entra en la sala, y en el escenario (a veces con el público alrededor de los actores, en sillas, ese es el formato ideal del espectáculo, y otras veces, como en Almagro, a la italiana) sólo hay una chaqueta, iluminada. Ni sillas ni mesas ni nada de nada. Es la chaqueta que el personaje de mujer utilizará para vestirse de hombre en la primera escena de la obra. Y a partir de entonces se puede ver 7 actores interpretando alguno de ellos dos personajes, pero sin ocultarlo, todo lo contrario. Los actores que no están actuando están sentados entre el público mientras, y cuando tienen su intervención se levantan y van hacia el centro, y con un simple gesto como el de peinarse hacia atrás hacia delante, cambian de personaje (uno de los actores en concreto), o con un saltito y un cambio de actitud corporal ya es un personaje nuevo. Y a estos trucos el director le busca la comicidad, incluye el humor que generan estas situaciones dentro del humor de la trama. Esto también sucede con las canciones que canta e interpreta un músico que hay entre el público, los actores le pueden hacer callar o intervenir creando un nuevo gag con cada mirada al músico. Quizá hacia el final de la obra se pueda pensar que abusa de estos gestos, que se hacen repetitivos, incluidos los que hace cada personaje cuando se enfada o se sorprende con algo que oye. Pero su inserción dentro de la obra está en general muy bien utilizada.
No todos los actores están al mismo nivel, ni todos los momentos de la versión, en que cortan el verso en algunas ocasiones. A veces cuando veo verso prefiero pensar que el autor o el versionador ha querido poner sílabas de menos o de más que pensar que el actor se ha confundido… Pero felizmente deja tan buen sabor de boca, a pesar de una cosilla del final, que voy a verla de nuevo en cuanto tenga ocasión.
M.B.