miércoles, 24 de abril de 2013
Homenajes
La monja alférez
Autor: Domingo Miras
Director: Juan Carlos Rubio
Producción: Centro Dramático Nacional
¿La verdad?
Literatura
Kafka enamorado
Autor: Luis Araújo
Director: José Pascual
Producción: Centro Dramático Nacional
La verdad.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Quedan los fantasmas
por M.B.
Con derecho a Fantasma (Questi Fantasmi)
de Eduardo de Filippo.
Dirección: Oriol Broggi
Producción: Centro Dramático Nacional - Grec 2010 Festival de Barcelona - La Perla 29 con la colaboración especial de Teatri Uniti y la ayuda de ICIC, ICUB
Intérpretes: Pasquale Bávaro (Enzo, alma maldita), Xavier Boada (Alfredo, alma inquieta), Marta Domingo (María, alma perdida), Manel Dueso (Raffaele, alma negra), Rafa Gálvez (pepino, alma condenada), Ritxard Gálvez (Totó, alma condenada), Tony Laudadio (Pasquale, alma en pena), Pilar Pla (Armida, alma triste), Armand Villén (Gasstone, alma libre), Marta Domingo, Ritxard y Rafa Gálvez (Familia Califano).
Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional), 9 – XI - 2010
El napolitano Eduardo de Filippo, uno de los más famosos comediógrafos italianos del siglo XX, descendiente de familia de cómicos, estrenó en 1946 esta obra en Nápoles el mismo año que otro gran éxito suyo llegaba a las tablas: Filomena Marturano. Precisamente gracias a la versión cinematográfica de esta última pieza se hizo mundialmente famoso. En España se estrenaron algunas de sus obras al poco de haber visto la luz en Italia. En los últimos años han llegado a Madrid dos textos de este autor, y es inevitable su comparación con la obra que nos ocupa. Se trata de la propia Filomena Marturano y de El arte de la comedia. Si al ver estos montajes se comprendía una cierta necesidad de ser repuestos, por su comicidad, por su vigencia, a pesar de sus 50 años de antigüedad, al ver Con derecho a fantasma, uno quizá piensa si no se estará forzando la máquina. Se trata de obras bien construidas donde cada hilo suelto se acaba recogiendo más tarde, donde cada puerta que se abre se acaba cerrando, donde cada detalle se redondea un poco más adelante. Obras que fueron escritas y estrenadas por el Jardiel Poncela o el Mihura italiano, pero que en cierto modo necesitan una revisión, huelen un poco a cerrado. Y además, recordando las mejores obras de estos dos autores españoles, que estrenaban por la misma época con más o menos acierto, nada tenemos que envidiar a de Filippo. Los montajes de textos revisados de éste último funcionan, como podrían funcionar las revisiones de Mihura. Las piezas del napolitano recuerdan también a las películas más italianas del recién fallecido Berlanga, y a los largometrajes españoles del italiano Marco Ferreri. Lo que viene a decir que Italia y España estaban bastante cercanas entonces. Y lo están ahora, como da muestras este montaje con 7 actores catalanes y 2 napolitanos en comunión.
El arranque es sencillo. Un hombre llega a una vivienda de 18 habitaciones dispuesto a empezar una nueva vida. Esta mansión le ha sido cedida de forma gratuita durante unos años, ya que se sospecha que por la noche pasean por ella fantasmas, a los que los vecinos y el portero afirman haber visto. Pasquale Lojacono, que así se llama el protagonista tiene un objetivo: rehabilitar la vivienda y convertirla en una casa de huéspedes. Su mujer, María, le acompaña aunque poco satisfecha con el cambio de vida. Por el salón de la casa, donde se desarrolla casi la totalidad de la obra, desfilan una serie de personajes (almas, como llama de Filippo a todo el dramatis personae) que rozan la caricatura: los mozos de la empresa de mudanzas, el miedoso portero Rafaelle, y su hermano Enzo, que del susto que se llevó años atrás en aquellas habitaciones sólo habla napolitano. En aquel momento de del siglo XX, como suele suceder en cualquier posguerra, el pueblo napolitano pasaba hambre y necesidad, y ello hacía agudizar la imaginación para conseguir sustento. De eso se sirve el autor para la comicidad de las situaciones, que en este montaje funcionan elegantemente, aunque se llevan la palma los momentos con fantasma. Alfredo, el amante de María, se presenta a menudo en la casa, y va dejando dinero escondido en distintos puntos de la misma para que ambos inquilinos, María y Pasquale, sobrevivan. Este último, al encontrar la cantidad exacta justo en el momento en que hay que pagar alguna factura, cree que los buenos espíritus están colaborando con ellos para que consigan salir adelante y puedan abrir la pensión. Pero para María la situación se hace insostenible, pues no alcanza a comprender por qué su marido no quiere ver lo que realmente ocurre, mientras que Pasquale confunde a cada visitante con un fantasma, lo que provoca la risa del público. Además Rafaelle aprovecha las misteriosas apariciones y desapariciones para robar en la casa. Pero sin duda el momento más hilarante de la obra es la maravillosa escena de las almas en pena, en que Armida, mujer de Alfredo, que está enterada de todo, se presenta en la casa con sus hijos gemelos y su madre para exigir a Pasquale que les libere. Se produce una acumulación de malentendidos al nombrar Armida a las "almas en pena" y todos sus sinónimos que hace a Pasquale temblar de miedo y al público estremecerse de risa. Esto ocurre al final de segundo acto, y aún queda un tercero, que podría haber sido recortado considerablemente, pues además de aportar poco a la trama, hace que el ritmo decaiga y que lo que se ha conseguido en el público con hora y veinte de función se pierda. Pero se ha conservado íntegro.
Oriol Broggi, director del espectáculo ha optado por una metateatralidad que no ha sabido redondear. La obra es representada por actores de una compañía itinerante que reciben al público en la calle llamando a la puerta del teatro. Una vez dentro, los cómicos hablan con los espectadores mientras estos se acomodan. Además, en los entreactos o en momentos puntuales los personajes dejan de serlo para convertirse de nuevo en actores itinerantes que colocan decorado o escenografía o cantan a coro (incluso el técnico de sonido desde un palco cercano al escenario) un aria de Puccini que comienza con buena voz Pasquale. Pero como espectador uno se pregunta por qué esa interrupción en la acción.
El actor italiano Tony Laudadio, que encarna a Pasquale, aunque convincente, no puede esconder su acento ni ciertas palabras que espontáneamente brotan en su lengua natal. Además, escuchar ese acento en la famosa escena del café napolitano en el balcón, no consigue hacer olvidar ese mismo momento interpretado por el propio Eduardo de Filippo en la versión para televisión de la obra, o a la misma Sofía Loren que interpreta el monólogo en la versión cinematográfica. Marta Domingo imprime un carácter reflexivo y melancólico al personaje de María. Quizá los más brillantes son Manel Dueso (un trasunto de Walter Matthau en sus mejores comedias) que encarna a Raffaele con un marcado acento catalán, y Pilar Pla como una arrebatada y divertidísima Armida a punto del suicidio.
La función termina de la forma correcta, es decir, como marca la norma: cada oveja con su pareja. Y los fantasmas se marchan. Pero los fantasmas quedan. Queda la mentira, el engaño, la apariencia. Flotando en el salón.
nico guau
sábado, 13 de febrero de 2010
"Madre Coraje y sus hijos""Extírpemelo, doctor."
Director: Gerardo Vera
Autor: B. Brecht
Producción: Centro Dramático Nacional
Teatro Valle Inclán
10 de febrero de 2009, ensayo general
Creo que Gerardo Vera es un director de bufanda. En las fotos se le ve. En el programa de mano se le ve. Y en la función se le ve. Un director de bufanda se pone la bufanda y se da una importancia sobrehumana, y con ella pretende suplir lo que le falta para llevar a escena un texto. Colocándose la bufanda alrededor del cuello. Actualmente hay muchos directores de bufanda. Lo que le falta puede ser capacidad intelectual o picardía o conocimiento del teatro o compasión por el espectador o todo ello mezclado y más cosas sobre las que aún no he reflexionado. A veces el director de bufanda no sabe él mismo que es un director de bufanda, como los personajes de la ópera no saben que hablan cantando o los del Teatro Pavón no saben que hablan en verso. Pero bueno, los directores de bufanda no harían daño a nadie si sus amiguitos no les dieran poder para hacer daño.
La primera frase del programa de mano de "Madre Coraje..." dice que Brecht sitúa la obra en una guerra concreta entre católicos y protestantes. A poco que se piense o se investigue, se encuentra que esa guerra tuvo lugar en el siglo XVII. También se puede leer en el programa que esto de la Guerra de los 30 años "no es más que una abstracción de cualquier guerra militar, religiosa, política y económica", y con esta frase justifica la ambientación del siglo XX (como todas las que ha dirigido en los últimos 6 años). En el primer video de los varios cientos que pueblan la función aparecen unos aviones bombardeando, y ahí recordé que leí en una entrevista de hace tiempo que quería ambientar el montaje en la Primera Guerra Mundial. Nadie se lo ha impedido, por lo que se ve, ni el dramaturgo con el que parece ser que ha trabajado, porque el pobre está muerto desde hace casi 10 años, y así vemos cómo pasan en la Primera Guerra Mundial los años de 3 en 3 y de 4 en 4, varias veces, y que la lucha era entre católicos y protestantes. Y se nombran naciones que no existían en el siglo XVII. Pero da igual, porque la guerra es una abstracción, la realidad otra, y el teatro otra, y la coherencia quizá también.
Entrada sin usar para el estreno
En el programa de mano no dice nada de las canciones. En la obra por cierto sí las hay, digamos que hay dos y media, y es lo mejor de la obra. Son unas canciones que canta la prostituta que parece ser que también era cabaretera y así se justifican las canciones. O al menos es lo que he entendido yo. La primera la canta en alemán con acento catalán. La segunda (que es la media canción) la canta en francés. Y la tercera la canta en castellano. Pero el texto original tiene muchas canciones y las que canta Yvette, que así se llama la prostituta pudiera ser que ni si quiera fueran escritas para la obra. Vamos, que puede decirse que le ha quitado las canciones a Madre Coraje. Que es como quitar la escena de los cómicos a "El sueño de una noche de verano", o el huevo a la tortilla de patata. Lo más musical de la tarde estaba en el público, que dimos un concierto de bostezos y salidas al baño digno de un auditorio de música. Del más grande. (Reconozco que no me dormí, cosa que sí hice en Platonov). Por cierto, puede también que se esté dando una justificación para quitar las canciones en el programa de mano: como estamos tan acostumbrados a masacres, muertos y malas noticias, el mayor extrañamiento que puede provocar Brecht a través de sus obras se produciría a partir de la emoción. Y el director ha quitado (o cree haberlo hecho) todos los elementos distanciadores para lograr la emoción ¿del espectador? Es verdad. Qué emoción tuve ese día.
Con los videos nos muestra la parte que no vemos, como a Madre Coraje y sus hijos en blanco y negro viajando por los caminos, metiéndose en las trincheras a vender cinturones, andando de acá para allá. Y también muestra lo que sucede fuera de escena, como el fusilamiento de un hijo, por si alguno estaba dormido y no se enteraba de que lo mataban. Yo conté unos 4 proyectores, según la posición de la pantalla sobre la que se proyectaba. Como el cine en 3 dimensiones, o ese que se ve en pantalla circular, para ver más. La función empezó con un video, de aviones y elementos propios de la guerra, para situarnos. Después sonó eso de "apaguen los móviles" , y a continuación se intentó subir el telón y no se pudo, hubo ciertos problemas y el director cogió un micrófono y habló. Antes del primer video , ya había dicho por megafonía, y como buen anfitrión, es decir, haciéndonos ver que íbamos a SU teatro, que asistíamos a un ensayo y que podía cortar en cualquier momento. Pues esta vez habló y dijo que ya lo había advertido, hizo un par de chistes y como la cosa no se solución después de varios intentos a los que asistimos todos con el "uy" y el "casi" de rigor cada vez qeu volvíamos a ver al telón intentándolo, pues dijo que la función iba a continuar con un solo telón, es decir, que los cambios que hubiera que hacer tras el telón que no bajaba, se iban a hacer a la vista del público y que veríamos a los maquinistas moviendo la escenografía (no vimos a ninguno, realmente). Y también dijo que claro, la iluminación no sería la misma, ni la función, que sería totalmente distinta a lo que se pretendía, y ofreció a la gente a irse y volver otro día. ¿Y si le hubiéramos hecho caso? Cuando quedaban 5 minutos para terminar la representación volvió a suceder algo con los telones y se volvieron a encender las luces, y la gente aprovechó para salir, no sé si al baño, por cierto. Cuando la cosa continuó una señora volvió a su asiento a oscuras, en primera fila, y se cayó por un agujero, de repente desapareció, se la tragó la tierra, mientras una actriz decía no sé qué cosa con tintes trágicos y ojos cítricos. Unas 8 o 10 personas acudieron a socorrer a la accidentada mientras la actriz, cerca del incidente, ni se inmutaba. Pero eso fue muy interesante. Porque era tan real. Y ahí sí que había emoción. Esa de la que hablaba el programa de mano. Una señora había desaparecido tragada por el suelo de un teatro. ¿Reaparecería? Fue donde miramos todos, hacia la primera fila. A la del escenario creo que le habían quemado la casa, o matado a su familia o yo qué sé qué cosa. Pero era más interesante lo otro. Por cierto, en esa escena estaba colgado un aparatoso e inútil telón rojo lleno de agujeros, con el que luego se tapaba algún actor para dormir. El nombre del que ha confeccionado ese telón agujereado, ya que le debe haber llevado mucho tiempo el hacer los agujeros, aparece en el programa de mano. Y el programa de mano está impreso en papel reciclado. Es un alivio esto último, ya que en el montaje no, al menos en el programa se han preocupado por los recursos naturales...
El resto de actores están perdidos entre la escenografía, sin saber qué hacer cuando hablan o cuando no hablan, pero oírles les podemos oír a todos gracias a los micrófonos. El predicador, José Pedro Carrión, el más interesante de ver sobre el escenario que cualquiera de los otros 19 actores, me dijo una vez hace un año sobre una verruga que tengo bajo el labio inferior, que podía ir al médico de cabecera y decirle "extírpemelo, doctor", porque ahora hacen eso. Y ahora mismo estoy pensando que no sé qué me urge más, si que extirpen la verruga de mi cara o que extirpen a este tipo de bufanda, (íntimo amigo de la ministra, y director de un guión cinematográfico suyo), del teatro público.
Cuando al final de la función la señora Coraje se va con su carro a la calle, pensé que ya se podía haber ido antes y habernos ahorrado algún disgusto.
jueves, 30 de abril de 2009
Avaricia, lujuria y muerte
Autor: R.M. del Valle-Inclán
Dirección: Ana Zamora (Ligazón), Alfredo Sanzol (La cabeza del bautista) y Salva Volta (La rosa de papel)
Producción: CDN
Teatro Valle-Inclán
Miércoles, 29 de Abril del 2009 (Ensayo general)
Ganas había ya de ver qué iba a salir de este proyecto: tres 'jóvenes' directores enfrentándose al Retablo de Valle. Textos breves que son obras maestras, releídas o revisitadas en 2009 por nombres que desde hace pocos meses han cogido plaza en el teatro madrileño de forma merecida.
Montar un gran texto en escena es como interpretar a Mozart en música: es todo tan claro y tan sencillo... que acaba siendo dificilísimo conseguir alcanzar esa claridad y sencillez. O debe de ser así, no sé...
En cualquier caso, en este montaje se contraponen tres maneras completamente diferentes de enfrentarse a Valle. Aunque heterogéneas entre sí, podemos compararlas según han sabido o no leer las obras que han puesto en escena. Y es ahí donde claramente destaca lo que destaca... y se hunde lo que no puede sino hundirse....
Ligazón -pieza con la que empieza el espectáculo- ha sido mal leída por Ana Zamora. O no ha entendido a Valle, o no ha sabido salirse de sus esquemas ('autos-renacentistas') anteriores para montar un texto que pide a voces algo muy diferente de lo que han hecho aquí. Buscar lo dulce, lo embaucador, los juegos simples de amor, etc. en una obra así es un pecado muy difícil de perdonar. Me temo que Zamora ha querido leer la obra desde su punto de vista y no se ha esforzado un mínimo por confrontarlo con otras posibilidades, o -más fácil aún- con lo que el propio texto muestra...
Leer en escena las acotaciones no es a priori un defecto. Pero si aparecen como excusa para librarse uno de la complejidad de traducir esas didascalias en estilo teatral, en apuesta escénica, en escenografía, en creación de personajes.... entonces es patético. La actriz que interpreta a la Mozuela (en escena en toda la pieza) hace justo lo contrario de lo que Valle escribió (es que esta mozuela tiene poco que ver con la Sibila Cassandra). El lenguaje popular cargado de sentido, acción contenida, pasado insinuado, etc. se pierde en largos diálogos completamente diluidos, sin ninguna avaricia, ninguna lujuria, y casi ninguna muerte. Sobran los ecos en las voces que aparecen en las escenas 'de amor'(?), sobra bondad y dulzura, sobran silencios perdidos en los diálogos. Sobra tanto...y falta tanto en esta puesta en escena que si fuera la única del montaje valdría la pena salir antes de que acabase...
Lo mejor que le puede pasar a Ligazón es que nada más terminar aparezcan cuatro tipos cantando a lo Tony Manero Mi limón, mi limonero... en un bar de la España sesentera.
Sí, es un poco shock que La cabeza del bautista empiece así, pero uno lo agradece tanto después del soponcio anterior, que piensa "todo lo que venga va a ser mejor". Y lo bueno es que así es.
Alfredo Sanzol realiza también una lectura personal de su texto, pero es consciente de lo que está montando, y su punto de vista consigue potenciar y hacer encajar perfectamente a los personajes de Valle en un contexto que en un principio podría parecer problemático.
Con muy buenos actores, con las escenas medidas, con la tensión bien cogida, consigue que su parte sea la mejor del espectáculo. Hay Valle, hay avaricia, lujuria y muerte, hay -además- música, alcohol, una escenografía esta vez más conseguida... Y una propuesta compacta, que conecta perfectamente el texto con el espectador. La única pega -que se solucionará probablemente tras el ensayo de ayer- es la transición final de la Pepona... tal vez un poco rápida, falta de patetismo... Pero ni eso es un reproche...
La última parte -La rosa de papel- seguro que será la que más discrepancias provoque. De entrada, plantea una puesta en escena basada en lo grotesco, en el expresionismo gestual casi salvaje, burlesco. Todos los actores cogen bien la intención del director, y desarrollan una escena que a algunos puede no gustar, pero que es defendible como lectura más que válida de la pieza. El problema es que hacia la mitad el ritmo baja, se pierden los contrastes, y se hace un poco larga. El final, con el movimiento de cama y la coda posterior con las posturas, se hace largo, demasiado extendido, perdiéndose un poco la intención, la agudeza y la fuerza del texto. Aún así, eso se podrá seguramente mejorar a lo largo de las funciones.
No digo más. Se estrena hoy, y es mejor dejar abierta la posibilidad de que las dos partes buenas del espectáculo sugieran muchas cosas nuevas a los que vayan a verlas...
martes, 21 de abril de 2009
'Con permiso'
por M.B.
Compañía: Larumbe Danza
Teatros del Canal (Sala B)
Martes, 21 de Abril del 2009
"Con permiso, voy a hacer el friki", es lo que hemos comentado a la salida. No es nada despectivo, porque me lo he pasado muy bien. He visto a unos chiquitos bailar acompañados de una luz tenue, y una música rara, y luego han empezado a hacer cosas raras, con el cuerpo, gestos con la cara (que no llegábamos a ver bien por la fila que teníamos), movimientos extraños, han bailado el principio de una canción vomitando, luego han dejado de vomitar para hacer cosas raras, y han tenido un "baile de máscaras", y después de todo esto y de correr hasta agotarse, una de ellas les ha puesto en fila hablando en italiano y ellos han empezado a mover la tripa hasta caer al suelo, al tiempo que la luz bajaba, reptar hacia atrás para esconderse tras la gasa negra circular que delimitaba el escenario. Entonces es cuando la chica que hablaba en italiano ha bailado un solo aburrido, que me ha cortado las ganas de aplaudir, sobre todo porque sabíamos que con eso acababa, pues habíamos leído la duración de la obra, y no podía haber nada más allá. Pero luego ha dicho j.p. que acaba como empieza, es decir, que eso cierra la obra, es la misma bailarina que hace un solo al principio, lo vuelva a hacer al final… A mí me ha dejado muy frío ese final. No he aplaudido con las mismas ganas.
Ese aspecto grotesco y exagerado me recordaba, claro, como ellos dicen en el papelo, a Fellini, pero en teatro a Pippo del Bono, al único espectáculo que vi de él, (que en ese momento también me recordó a Fellini), con la salvedad que los actores de Pippo del Bono eran frikis reales, no se lo hacían.
Pero bueno, he pasado un rato divertido, a pesar de que sigo pensando que no entiendo la danza. Y había riesgo, algo. Riesgo de que no nos gustara, riesgo de caídas, de golpes, riesgo que otros espectáculos no tienen.
domingo, 19 de abril de 2009
Tantas voces...

Tantas voces... selecciona cinco cuentos de Pirandello y los intenta articular en un montaje dinámico, donde siete actores ponen a prueba su versatilidad, cambiando de rol e historia varias veces a lo largo de la obra.
En el estreno forzado de hace unas semanas, en otro teatro de Madrid con menos nombre que el Matadero, el montaje dejaba mucho que desear para los que lo vieron. Yo no estaba, pero por lo que dicen los que han repetido ahora, la cosa ha mejorado mucho, el ritmo se ha igualado, las partes más secas se han completado con elementos nuevos, se ha amoldado el montaje al tipo de sala, etc.
Me lo creo: hay un trabajo visible detrás del montaje, un esfuerzo por crear un discurso homogéneo, o al menos con sentido. Se ve que se ha trabajado para redondear el producto, para conseguir una obra unificada.
Sin embargo, el resultado global no alcanza a convencer. La cosa empieza bien: de acuerdo o no con el tipo de puesta en escena, en el primer cuento (La casa de Granella) hay dirección, hay una volunta de contar algo y contarlo de una manera, hay teatro. Los actores -y el montaje- muestran sus cartas, y se esté de acuerdo o no con ellas, lo cierto es que prometen dan más de lo que luego nos dan a jugar. Antes de que termine ese 'primer acto', empezamos a ver ya la calidad -por versátil y por otras cosas más- de algunos actores (más que otros). En cambio, el final -con el propietario enloquecido por los espíritus- nos deja un poco fríos, sacados de lugar. Se perdona, y hasta sienta bien, por ser lo primero que se nos cuenta.
El hombre de la flor en la boca es el primer recital de la noche del mejor actor de la obra: José Luis Patiño. Si el comienzo nos baja el entusiasmo del inicio de la obra -una escena aparentemente seca, sin movimiento- el actor consigue hacerse cargo de la ausencia de dirección en esta parte del montaje -comprensible, claro-, y aumentando poco a poco la tensión de la escena, se hace dueño del monólog que hiciera Gassman en otro tiempo.
Limones en Sicilia, tercera y demasiado larga parte del espectáculo, es la confirmación de la poca calidad de Antonio Zabálburu, que no sabe hacerse con una secuencia que depende totalmente de él. Cierto es que habría que cuestionarse también el por qué de haber elegido ese cuento, previsible, monótono y prescindible. Sólo cuando Lola Casamayor, la otra grande del montaje, sale a tratar de hacerse cargo de la escena, vemos que la cosa podría arreglarse. Pero no: se hace larga y no cuenta más que lo que desde el principio se preveía.
Afortunadamente, salimos de esa tercera parte para entrar en El certificado, donde destacan -como en todo el montaje- Juan Ribó, Lara Grube, y sobre todo José Luis Patiño, en su segundo recital. Un hombre gafe que quiere sacar provecho de su condición, un retrato crítico de la sociedad humana tendente a lo perverso, y una gran actuación de un actor que sostiene la escena y engancha al público.
Para terminar, un pequeño capítulo casi impresionista, con poca trama y alguna voluntad poética: Alguien ha muerto en el hotel. Un final bastante aceptable para un espectáculo que empieza y acaba con muestras de una dirección interesane, que en medio se cae completamente, y que se salva en el segundo y cuarto 'acto' por la actuación de un gran actor.
A la salida, alguien decía que el problema podía estar en la dificultad de poner en escena -o sea, dialogizar- unos cuentos cuya esencia es la de ser cuentos, que decaen y pierden frescura en el teatro. Puede ser; creo que eso se ve claramente en alguna de las escenas. En cualquier caso, falta un ritmo unitario y que la cosa sea un poco más corta, para eliminar los momentos en los que uno se aburre a lo largo de la obra.
J.P.