martes, 10 de febrero de 2009

Desdémona

por M.B.

Director: Sandro Cordero
Autor: Alberto Conejero
Producción: Hilo Producciones

Círculo de Bellas Artes
10 de febrero de 2009


Desdémona no es una versión del Otelo”, escribe el autor de la obra que he visto hoy. Y lo escribe usando el “del”, como quien habla de algo universalmente conocido, o al menos conocido para los que leen el programa de la obra, es decir, para algunos de los que van al teatro, porque hay otros que pensarán que con ir ya tienen bastante, para qué van además a leer. El programa de mano tiene muchas fotos, fotos que quizá son mejores que el espectáculo. En eso de las fotos hay controversia, a veces son mejores que la función, otras veces son peores, y otras veces suplen la función, como me pasó con La dama del mar de Bob Wilson, que, como ya había visto las fotos, ya no necesitaba ir a ver la obra.


Otelo es universalmente conocido, y eso puede ser un punto a favor o varios puntos en contra cuando uno se propone hacer una versión que no sea solamente reducir personajes, sino aportar su visión particular del texto antiguo. En este montaje creo que juega a la contra. Cuando uno va a ver un espectáculo que se llama Desdémona, aunque nunca haya visto un montaje de Otelo anteriormente, ni si quiera una película, ya sabe que lo que va a ver no sale de la nada ni de la cabeza únicamente del autor, ya va uno con ciertas reticencias, al menos en mi caso, ya se acerca uno al teatro pensando “a ver qué me cuentan estos”. Y ese es el peor efecto que puede conseguir un espectáculo. El título es importante, pero no decisivo, démosle una oportunidad a lo que hay dentro, a pesar del título. Reza el programa de mano que el texto fue un encargo hecho por la compañía al autor, pues la compañía quería una versión de Otelo reducida a 3 personajes y además “que explorase los silencios e interrogantes” que plantea la actuación de Desdémona. Quizá por ello el título. Misterio desvelado.


Bueno, pues al leer, “Desdémona no es una versión de Otelo”, yo saco en claro que el autor, A. Conejero, - que por cierto rima con el director, S. Cordero, al igual que Otelo rima con celos (y de eso se ha preocupado en mostrarnos el señor autor), - escribió esta obra sin conocer nada de Otelo, y lo que le llevó a hacerlo quizá fueron las mismas pulsiones que le llevaron a Shakespeare a escribir Otelo, aunque muchos años después… La frase en cuestión me hace pensar en “Pierre Menard, autor del Quijote”, un relato de Borges que recuerdo haber leído, en el que habla de un señor llamado Pierre Menard que escribió el Quijote muchos años después de Cervantes sin saber nada del anterior Quijote, y resulta ser igual palabra por palabra a la obra de Cervantes, pero, claramente, la versión de Menard es mucho mejor.


En este Otelo llamado Desdémona, interpretado por una actriz que es casualmente del tipo lánguido que quiere irse con su marido Otelo, que está interpretado casualmente por un actor del tipo gritón, a la guerra a Oriente Próximo, donde Otelo mira mapas en blanco con gafas de sol, acompañado de Yago. Allí en la guerra, en la “puta guerra”, a la que han ido en un “puto avión”, hay petróleo y está también Casio, que ha hecho posible que Desdémona viaje al frente como traductora. Yago hace creer a Otelo que Casio era homosexual antes de ir a la guerra, pero que ha conseguido el empleo de intérprete a Desdémona porque se la quiere tirar allí mismo, en plena guerra, porque ahora le gustan las mujeres. Como esto es poco, se corta la muñeca izquierda con un papel que saca de un bolsillo y dice que ha sido Casio borracho, con lo cuál Casio es encarcelado por orden de Otelo, que es el que más manda en todo el meollo. Entonces Desdémona va a ver a Casio a la cárcel, porque cuando eran niños jugaban juntos en el campo con las flores, y la niñez marca. Y como le da pena le pide a Otelo que lo libere, pero éste cree que ella quiere que Casio esté libre para tirárselo a gusto, con lo cuál se enfada mucho y le pega un tiro a Casio, entre el público, despertando a alguno que estaba dormido y dando un buen susto a los que quedaban despiertos. Entonces llega Desdémona, ve al cadáver, se queda compugida y le dice a Yago que ha hecho muy mal diciéndole esas cosas a Otelo, porque ella quería ir al frente porque estaba enferma terminal (de algo que oculta), y quería estar con su maridito. Entonces Yago se arrepiente sin llegar a suicidarse, como en la otra obra, y ella se despide de su marido con un abrazo, sin ser muerta por este como en la otra obra, y se vuelve a casa a pasar los últimos estertores de su enfermedad sola y abandonada. Este era el argumento, y que me corrija mi amigo martín, que iba conmigo, si en algo me equivoco; además estaba interpretado todo como si fuera trascendente, que a lo mejor lo era, pero yo entre cabezada y cabezada quizá me he perdido la fuerza del asunto.


Lo que también afirma el autor es que sin Otelo, esta obra nunca hubiera existido. Eso es cierto, realmente cierto.


M. B.

martes, 3 de febrero de 2009

El cuerdo loco

por M.B.

Autor: Lope de Vega

Director: Carlos Aladro
Producción: Teatro en tránsito

Círculo de Bellas Artes,

3 de febrero de 2009




Considero que el teatro se merece un respeto. Y Lope de Vega, 1 señor que escribía teatro hace mucho, también. Incluso el pero texto de Lope de Vega se merece un respeto. Y hoy he visto un espectáculo que no guarda respeto ninguno a una profesión, la de los artistas. Un espectáculo del que, incluso, he pensado que aquella cosa horrenda de “Hoy no me puedo levantar” le da unas cuantas vueltas. Y el director, sí, el director, ha salido a saludar. No ha tenido ninguna vergüenza en salir a saludar. Después de haber incluido en su montaje decenas de botellas de agua solán de cabras, esas azules con tapón amarillo, un par de espadas láser emulando las del hamlet (la obra era un hamlet español escrito por Lope), disfraces de la “Guerra de las Galaxias”, canciones variadas, entre ellas una latina, una de “Jesucristo Superstar”, otra de la película “Titánic” y algún otro greatest hit del mal gusto, el director ha salido a saludar al final del espectáculo.

He tenido un momento cruel, muy cruel, en un determinado momento de la obra, hacia el principio, he pensado, cuando sólo había 6 o 7 botellas azules por el suelo del escenario, que eran 6 o 7 actores, y que tocaban cada uno a una, es decir, que se podían meter cada uno una botella por el culo, y así nos librábamos de ellas. Pero luego, más tarde, uno de los personajes ha bebido de una botella que estaba en una bandeja con 20 o 30 más que de repente algún actor ha traído, y se ha hecho el envenenado y se ha caído al suelo; entonces ha llegado otro personaje y ha dicho que ha bebido de un vaso que tenía veneno. “Vaso” ha dicho, “Vaso”. Yo he pensado que el director no había leído la obra, porque todos hemos oído en ese momento “vaso” (una de las pocas palabras que hemos oído claramente) y hemos visto como aquel actor no había utilizado un vaso sino una botella azul. Y no éramos tontos todos los del público. Aklguno habría, pero todos no. Yo he pensado que debería salir el director, bajarse los pantalones y meterse las botellas por el culo, allí mismo, una a una.

En la vida cotidiana un objeto tiene una importancia que en la vida del teatro se multiplica por cien mil. Cien mil millones. Si se saca una botella azul, es decir, un objeto de nuestra vida cotidiana, en el que no nos damos cuenta en nuestra vida cotidiana, a un escenario, donde 400 o 500 ojos estaban esta noche fijos en la primera botella azul que apareció, la importancia de esa botella se multiplica por tanto por cien mil millones. Pero es que a los 20 minutos de obra habría unas 40 botellas, por tanto 400 mil millones o yo qué sé, no sé contar tan alto.

Lo primero que han hecho los actores nada más salir es quitarse un impermeable negro que sonaba a plástico, y ponerse a bailar descosidamente una canción latina que ha empezado a sonar. Eso me posiciona frente a la obra. Todo lo que venga después ya tiene que hacerme olvidar eso, que ha sido de dudoso gusto. Pero lo que ha venido después ha sido media hora de no entender nada porque algún actor no tenía volumen, y el resto hablaba a impulsos de volumen, y a impulsos de pensamiento, de tanto que cortaban éste; para colmo el verso creo que estaba escrito con alguna sílaba de más, que añadidas a las que hacían ellos al romper la sinalefa, sumaban un pico al final de la función. En esa media hora he pensado en que estaban hablando en ruso, y poro eso yo no entendía nada, y me he acordado de un joven ruso que me he encontrado antes de subir al teatro y que iba a intentar entrar a verlo, he pensado que qué bien que lo hubiera entendido él, ya que los actores hablaban en ruso. Luego he comprendido alguna palabra, ya digo, pasada media hora, y he cambiado de opinión, no era ruso, era solamente un idioma castellano sin pasión. Parecía que los actores no tenían ningún interés en que nos enteráramos del texto, ni de la historia, ni de nada, quizá por descreencia en lo que estaban haciendo, o porque se centraban en hacernos entender que las botellas tenían agua dentro, oque una simple botella de plástico azul vacía de 33 cl. podía servir para matar. Los muertos, después de muertos, se levantaban, decían la última frase de su personaje y se largaban con viento fresco, ante la más absoluta indiferencia de gran parte del auditorio.

Cuando íbamos por la hora y pico de tostón, he levantado la cabeza del hombro del compañero de asiento, donde la había durmiendo, y he comprobado por dónde iban estos chiquitos del escenario: Entonces he empezado a seguir a trompicones la historia en ruso-castellano gracias a su ligera similitud con la trama de “Hamlet”. Y al final ha habido espadas, claro, como en Hamlet, pero en esta ocasión eran de esas que se encendían y apagaban, y entonces el tipo de mi izquierda ha dicho “vaya parida”, y el de la derecha ha cogido el abrigo para irse, pero su amigo le ha retenido. Todo ha acabado con un final feliz, y con una salida del director al escenario. Y yo he dicho lo de las botellas por el culo, pero creo que no me ha oído pues le daban los focos en toda la cara, y además yo estaba en la última fila de butacas.

Yo me he preguntado si los actores estaban a gusto con lo que hacían, y he pensado que no, y eso era la causa de la escasa energía. Los actores, algunos, son buenos, por qué están haciéndolo tan mal, me ha dicho al salir una persona de confianza. Tres personas en primera fila, puestos en pie, aplaudían. Y algún amigo de algún actor, durante la función se ha reído, y yo decía: “¿pero de qué se ríen?” Y cuando estaba ahí el director, en el escenario, he pensado en la frase del programa de mano (del teatro, porque por cosas de la vida el programa de la obra nos lo han dado al salir de la sala), donde dice que era un texto no estrenado que ofrecía a la compañía la oportunidad de una buena investigación actoral, que yo no he visto… Era indudable que el director estaba contento con lo que acababa de ver (él estaba sentado entre el público), pero cuando salió a saludar yo precisamente pensé que si acababa de ver lo mismo que yo, le tendría que dar mucha vergüenza salir ahí.

También pensé que si alguien quiere hacer este tipo de espectáculos, se puede coger un texto de Alonso Millán, por ejemplo, o de algo por el estilo, y a lo mejor incluso me hubiera gustado.

Una vez vi pedazos de un video de un montaje anterior de este director, y me pareció poco afortunado, juzgando por lo que veía; no entiendo el teatro de este señor. Prometo mi ausencia en sus próximos montajes.

Por cierto, cuando este Hamlet simulaba estar loco, hacía el tontito y bailaba como un mono. Yo lo estoy haciendo ahora, antes de acostarme. Para soltar tensión.

M.B.