lunes, 15 de noviembre de 2010

Quedan los fantasmas

por M.B.


Con derecho a Fantasma (Questi Fantasmi)
de Eduardo de Filippo.


Dirección: Oriol Broggi


Producción: Centro Dramático Nacional - Grec 2010 Festival de Barcelona - La Perla 29 con la colaboración especial de Teatri Uniti y la ayuda de ICIC, ICUB

Intérpretes: Pasquale Bávaro (Enzo, alma maldita), Xavier Boada (Alfredo, alma inquieta), Marta Domingo (María, alma perdida), Manel Dueso (Raffaele, alma negra), Rafa Gálvez (pepino, alma condenada), Ritxard Gálvez (Totó, alma condenada), Tony Laudadio (Pasquale, alma en pena), Pilar Pla (Armida, alma triste), Armand Villén (Gasstone, alma libre), Marta Domingo, Ritxard y Rafa Gálvez (Familia Califano).


Teatro María Guerrero (Centro Dramático Nacional), 9 – XI - 2010

El napolitano Eduardo de Filippo, uno de los más famosos comediógrafos italianos del siglo XX, descendiente de familia de cómicos, estrenó en 1946 esta obra en Nápoles el mismo año que otro gran éxito suyo llegaba a las tablas: Filomena Marturano. Precisamente gracias a la versión cinematográfica de esta última pieza se hizo mundialmente famoso. En España se estrenaron algunas de sus obras al poco de haber visto la luz en Italia. En los últimos años han llegado a Madrid dos textos de este autor, y es inevitable su comparación con la obra que nos ocupa. Se trata de la propia Filomena Marturano y de El arte de la comedia. Si al ver estos montajes se comprendía una cierta necesidad de ser repuestos, por su comicidad, por su vigencia, a pesar de sus 50 años de antigüedad, al ver Con derecho a fantasma, uno quizá piensa si no se estará forzando la máquina. Se trata de obras bien construidas donde cada hilo suelto se acaba recogiendo más tarde, donde cada puerta que se abre se acaba cerrando, donde cada detalle se redondea un poco más adelante. Obras que fueron escritas y estrenadas por el Jardiel Poncela o el Mihura italiano, pero que en cierto modo necesitan una revisión, huelen un poco a cerrado. Y además, recordando las mejores obras de estos dos autores españoles, que estrenaban por la misma época con más o menos acierto, nada tenemos que envidiar a de Filippo. Los montajes de textos revisados de éste último funcionan, como podrían funcionar las revisiones de Mihura. Las piezas del napolitano recuerdan también a las películas más italianas del recién fallecido Berlanga, y a los largometrajes españoles del italiano Marco Ferreri. Lo que viene a decir que Italia y España estaban bastante cercanas entonces. Y lo están ahora, como da muestras este montaje con 7 actores catalanes y 2 napolitanos en comunión.


El arranque es sencillo. Un hombre llega a una vivienda de 18 habitaciones dispuesto a empezar una nueva vida. Esta mansión le ha sido cedida de forma gratuita durante unos años, ya que se sospecha que por la noche pasean por ella fantasmas, a los que los vecinos y el portero afirman haber visto. Pasquale Lojacono, que así se llama el protagonista tiene un objetivo: rehabilitar la vivienda y convertirla en una casa de huéspedes. Su mujer, María, le acompaña aunque poco satisfecha con el cambio de vida. Por el salón de la casa, donde se desarrolla casi la totalidad de la obra, desfilan una serie de personajes (almas, como llama de Filippo a todo el dramatis personae) que rozan la caricatura: los mozos de la empresa de mudanzas, el miedoso portero Rafaelle, y su hermano Enzo, que del susto que se llevó años atrás en aquellas habitaciones sólo habla napolitano. En aquel momento de del siglo XX, como suele suceder en cualquier posguerra, el pueblo napolitano pasaba hambre y necesidad, y ello hacía agudizar la imaginación para conseguir sustento. De eso se sirve el autor para la comicidad de las situaciones, que en este montaje funcionan elegantemente, aunque se llevan la palma los momentos con fantasma. Alfredo, el amante de María, se presenta a menudo en la casa, y va dejando dinero escondido en distintos puntos de la misma para que ambos inquilinos, María y Pasquale, sobrevivan. Este último, al encontrar la cantidad exacta justo en el momento en que hay que pagar alguna factura, cree que los buenos espíritus están colaborando con ellos para que consigan salir adelante y puedan abrir la pensión. Pero para María la situación se hace insostenible, pues no alcanza a comprender por qué su marido no quiere ver lo que realmente ocurre, mientras que Pasquale confunde a cada visitante con un fantasma, lo que provoca la risa del público. Además Rafaelle aprovecha las misteriosas apariciones y desapariciones para robar en la casa. Pero sin duda el momento más hilarante de la obra es la maravillosa escena de las almas en pena, en que Armida, mujer de Alfredo, que está enterada de todo, se presenta en la casa con sus hijos gemelos y su madre para exigir a Pasquale que les libere. Se produce una acumulación de malentendidos al nombrar Armida a las "almas en pena" y todos sus sinónimos que hace a Pasquale temblar de miedo y al público estremecerse de risa. Esto ocurre al final de segundo acto, y aún queda un tercero, que podría haber sido recortado considerablemente, pues además de aportar poco a la trama, hace que el ritmo decaiga y que lo que se ha conseguido en el público con hora y veinte de función se pierda. Pero se ha conservado íntegro.



Oriol Broggi, director del espectáculo ha optado por una metateatralidad que no ha sabido redondear. La obra es representada por actores de una compañía itinerante que reciben al público en la calle llamando a la puerta del teatro. Una vez dentro, los cómicos hablan con los espectadores mientras estos se acomodan. Además, en los entreactos o en momentos puntuales los personajes dejan de serlo para convertirse de nuevo en actores itinerantes que colocan decorado o escenografía o cantan a coro (incluso el técnico de sonido desde un palco cercano al escenario) un aria de Puccini que comienza con buena voz Pasquale. Pero como espectador uno se pregunta por qué esa interrupción en la acción.

El actor italiano Tony Laudadio, que encarna a Pasquale, aunque convincente, no puede esconder su acento ni ciertas palabras que espontáneamente brotan en su lengua natal. Además, escuchar ese acento en la famosa escena del café napolitano en el balcón, no consigue hacer olvidar ese mismo momento interpretado por el propio Eduardo de Filippo en la versión para televisión de la obra, o a la misma Sofía Loren que interpreta el monólogo en la versión cinematográfica. Marta Domingo imprime un carácter reflexivo y melancólico al personaje de María. Quizá los más brillantes son Manel Dueso (un trasunto de Walter Matthau en sus mejores comedias) que encarna a Raffaele con un marcado acento catalán, y Pilar Pla como una arrebatada y divertidísima Armida a punto del suicidio.

La función termina de la forma correcta, es decir, como marca la norma: cada oveja con su pareja. Y los fantasmas se marchan. Pero los fantasmas quedan. Queda la mentira, el engaño, la apariencia. Flotando en el salón.

nico guau

sábado, 13 de febrero de 2010

"Madre Coraje y sus hijos"

"Extírpemelo, doctor."

por M.B.


Director: Gerardo Vera
Autor: B. Brecht

Versión. A. Buero Vallejo
Producción: Centro Dramático Nacional


Teatro Valle Inclán
10 de febrero de 2009, ensayo general


Mi entrada

Creo que Gerardo Vera es un director de bufanda. En las fotos se le ve. En el programa de mano se le ve. Y en la función se le ve. Un director de bufanda se pone la bufanda y se da una importancia sobrehumana, y con ella pretende suplir lo que le falta para llevar a escena un texto. Colocándose la bufanda alrededor del cuello. Actualmente hay muchos directores de bufanda. Lo que le falta puede ser capacidad intelectual o picardía o conocimiento del teatro o compasión por el espectador o todo ello mezclado y más cosas sobre las que aún no he reflexionado. A veces el director de bufanda no sabe él mismo que es un director de bufanda, como los personajes de la ópera no saben que hablan cantando o los del Teatro Pavón no saben que hablan en verso. Pero bueno, los directores de bufanda no harían daño a nadie si sus amiguitos no les dieran poder para hacer daño.

La primera frase del programa de mano de "Madre Coraje..." dice que Brecht sitúa la obra en una guerra concreta entre católicos y protestantes. A poco que se piense o se investigue, se encuentra que esa guerra tuvo lugar en el siglo XVII. También se puede leer en el programa que esto de la Guerra de los 30 años "no es más que una abstracción de cualquier guerra militar, religiosa, política y económica", y con esta frase justifica la ambientación del siglo XX (como todas las que ha dirigido en los últimos 6 años). En el primer video de los varios cientos que pueblan la función aparecen unos aviones bombardeando, y ahí recordé que leí en una entrevista de hace tiempo que quería ambientar el montaje en la Primera Guerra Mundial. Nadie se lo ha impedido, por lo que se ve, ni el dramaturgo con el que parece ser que ha trabajado, porque el pobre está muerto desde hace casi 10 años, y así vemos cómo pasan en la Primera Guerra Mundial los años de 3 en 3 y de 4 en 4, varias veces, y que la lucha era entre católicos y protestantes. Y se nombran naciones que no existían en el siglo XVII. Pero da igual, porque la guerra es una abstracción, la realidad otra, y el teatro otra, y la coherencia quizá también.

Entrada sin usar para el estreno


En el programa de mano no dice nada de las canciones. En la obra por cierto sí las hay, digamos que hay dos y media, y es lo mejor de la obra. Son unas canciones que canta la prostituta que parece ser que también era cabaretera y así se justifican las canciones. O al menos es lo que he entendido yo. La primera la canta en alemán con acento catalán. La segunda (que es la media canción) la canta en francés. Y la tercera la canta en castellano. Pero el texto original tiene muchas canciones y las que canta Yvette, que así se llama la prostituta pudiera ser que ni si quiera fueran escritas para la obra. Vamos, que puede decirse que le ha quitado las canciones a Madre Coraje. Que es como quitar la escena de los cómicos a "El sueño de una noche de verano", o el huevo a la tortilla de patata. Lo más musical de la tarde estaba en el público, que dimos un concierto de bostezos y salidas al baño digno de un auditorio de música. Del más grande. (Reconozco que no me dormí, cosa que sí hice en Platonov). Por cierto, puede también que se esté dando una justificación para quitar las canciones en el programa de mano: como estamos tan acostumbrados a masacres, muertos y malas noticias, el mayor extrañamiento que puede provocar Brecht a través de sus obras se produciría a partir de la emoción. Y el director ha quitado (o cree haberlo hecho) todos los elementos distanciadores para lograr la emoción ¿del espectador? Es verdad. Qué emoción tuve ese día.

Con los videos nos muestra la parte que no vemos, como a Madre Coraje y sus hijos en blanco y negro viajando por los caminos, metiéndose en las trincheras a vender cinturones, andando de acá para allá. Y también muestra lo que sucede fuera de escena, como el fusilamiento de un hijo, por si alguno estaba dormido y no se enteraba de que lo mataban. Yo conté unos 4 proyectores, según la posición de la pantalla sobre la que se proyectaba. Como el cine en 3 dimensiones, o ese que se ve en pantalla circular, para ver más. La función empezó con un video, de aviones y elementos propios de la guerra, para situarnos. Después sonó eso de "apaguen los móviles" , y a continuación se intentó subir el telón y no se pudo, hubo ciertos problemas y el director cogió un micrófono y habló. Antes del primer video , ya había dicho por megafonía, y como buen anfitrión, es decir, haciéndonos ver que íbamos a SU teatro, que asistíamos a un ensayo y que podía cortar en cualquier momento. Pues esta vez habló y dijo que ya lo había advertido, hizo un par de chistes y como la cosa no se solución después de varios intentos a los que asistimos todos con el "uy" y el "casi" de rigor cada vez qeu volvíamos a ver al telón intentándolo, pues dijo que la función iba a continuar con un solo telón, es decir, que los cambios que hubiera que hacer tras el telón que no bajaba, se iban a hacer a la vista del público y que veríamos a los maquinistas moviendo la escenografía (no vimos a ninguno, realmente). Y también dijo que claro, la iluminación no sería la misma, ni la función, que sería totalmente distinta a lo que se pretendía, y ofreció a la gente a irse y volver otro día. ¿Y si le hubiéramos hecho caso? Cuando quedaban 5 minutos para terminar la representación volvió a suceder algo con los telones y se volvieron a encender las luces, y la gente aprovechó para salir, no sé si al baño, por cierto. Cuando la cosa continuó una señora volvió a su asiento a oscuras, en primera fila, y se cayó por un agujero, de repente desapareció, se la tragó la tierra, mientras una actriz decía no sé qué cosa con tintes trágicos y ojos cítricos. Unas 8 o 10 personas acudieron a socorrer a la accidentada mientras la actriz, cerca del incidente, ni se inmutaba. Pero eso fue muy interesante. Porque era tan real. Y ahí sí que había emoción. Esa de la que hablaba el programa de mano. Una señora había desaparecido tragada por el suelo de un teatro. ¿Reaparecería? Fue donde miramos todos, hacia la primera fila. A la del escenario creo que le habían quemado la casa, o matado a su familia o yo qué sé qué cosa. Pero era más interesante lo otro. Por cierto, en esa escena estaba colgado un aparatoso e inútil telón rojo lleno de agujeros, con el que luego se tapaba algún actor para dormir. El nombre del que ha confeccionado ese telón agujereado, ya que le debe haber llevado mucho tiempo el hacer los agujeros, aparece en el programa de mano. Y el programa de mano está impreso en papel reciclado. Es un alivio esto último, ya que en el montaje no, al menos en el programa se han preocupado por los recursos naturales...

Los secundarios no están muy bien, pero viendo lo poco que le ha preocupado al director la elección de la protagonista, qué más se le va a pedir. Esta actriz es una persona a la que no me gustaría encontrarme en la calle. Y tras ver la accidentada función, creo que a ella tampoco le gustaría encontrarme a mí en la calle. Menos en un día enfadado. Una cosa que me hace gracia, es que quizá para acentuar el carácter masculino del personaje, a la mitad de la obra, no sé sabe bien por qué, aparece vestida de hombre. No es que se piense "ah, es que tiene un carácter fuerte, o masculino", no. Es que se transforma en hombre, como esa película rara que yo vi de joven, la de esa novela inglesa. Misterios sin resolver.

El resto de actores están perdidos entre la escenografía, sin saber qué hacer cuando hablan o cuando no hablan, pero oírles les podemos oír a todos gracias a los micrófonos. El predicador, José Pedro Carrión, el más interesante de ver sobre el escenario que cualquiera de los otros 19 actores, me dijo una vez hace un año sobre una verruga que tengo bajo el labio inferior, que podía ir al médico de cabecera y decirle "extírpemelo, doctor", porque ahora hacen eso. Y ahora mismo estoy pensando que no sé qué me urge más, si que extirpen la verruga de mi cara o que extirpen a este tipo de bufanda, (íntimo amigo de la ministra, y director de un guión cinematográfico suyo), del teatro público.

Cuando al final de la función la señora Coraje se va con su carro a la calle, pensé que ya se podía haber ido antes y habernos ahorrado algún disgusto.